Con permiso de la genial serie euskotelevisiva, ¡Vaya semanita que nos han dado! Ha sido una borrachera de paseíllos al Juzgado, de notables comparecencias entre cámaras, micrófonos y codazos para pillar una palabra, un gesto, una señal merecedora de titular, arenga o declaración pública. Semana de gloria, anunciaban salivando los feroces Rottweilers del PP, convencidos de que esta vez harían sangre. Una leve reflexión sobre los siete días precedentes nos lleva al colmo del hastío sobre la calidad de la política española actual. No ha habido portada, ni apertura radiofónica, ni tertulia televisiva en prime time ajena al desfile ante los tribunales de los protagonistas en los que la derecha irredenta sueña para que se derrumbe Sánchez de una puñetera vez. Y esta es la máxima vergüenza de esta derecha resabiada, que todo lo fía a la colaboración de los jueces para desgaste continuo del Gobierno. Sí, vaya semanita, en la que las comparecencias judiciales de comisionistas, presuntos corruptos, parientes y mediopensionistas más o menos ligados a Sánchez han sido la noticia sobresaliente, muy por encima del atentado contra el alto mando militar ruso, los cambios de Gobierno en Francia y Alemania, le incierta situación de la nueva Siria, el impenitente genocidio en Palestina y las preocupantes noticias del cierre de empresas en Euskadi y Nafarroa. Nada, nada, todos los focos para los Aldama, Koldo, Ábalos, Begoña Gómez… De esta sí que cae el sanchismo corrupto, porque eso de la presunción de inocencia no vale en estos casos.

Cierto que el Gobierno progresista se mantiene entre propias contradicciones, impotencias, equilibrios imposibles, y hasta insidias y amenazas de sus propios socios. Así vamos, de sobresalto en sobresalto. Pero lo verdaderamente ignominioso es una oposición que todo lo espera de sus jueces amigos, todo lo fía a la intervención de su primo de Zumosol, a quien recurren cada vez que algo no les gusta en las decisiones de quienes les desalojaron del poder.

Triste porvenir el de una oposición cuya única actividad es esparcir en la opinión pública las presuntas miserias del adversario, esperar que las intervenciones judiciales no paren, que se propague por todos los medios la desconfianza, cuando no la insidia, de un Gobierno al que se insulta, se agrede verbalmente y a palos si hace falta. El PP tiene como única estrategia transmitir a la opinión pública que Sánchez es un gobernante indeseable, mentiroso, traidor a España y, para colmo, corrupto. Y, no nos vamos a engañar, ese bulo va ocupando un amplio espacio en las redes y hasta en comentarios de bar. Este es el nivel de la oposición de la derecha. No se les conoce ningún planteamiento propositivo, ningún programa para resolver los problemas básicos de la ciudadanía, porque su única estrategia, además de movilizar la aportación de sus jueces y dañar la imagen pública de Sánchez y su Gobierno, es votar en contra de todas y cada una de las proposiciones que se le presenten. Ni en nuestros peores sueños hubiéramos podido imaginar una oposición tan nociva, tan inoperante, tan rastrera y tan inútil para mejorar la vida de la gente, que es la única y honrada función de la política.