n una reciente entrevista, Josu Urrutikoetxea, miembro de ETA y ex parlamentario vasco, nos dejaba este menú de perlas filosóficas. De primero, que ETA era una organización política que usaba la lucha armada pero como instrumento político y que, la violencia nunca fue el objetivo. Menos mal, si llega a serlo... De segundo, que ETA siempre intentó "evitar los daños colaterales" de la violencia y que eso era muy difícil. Claro, es lo que tiene poner una bomba, que lo más probable es que asesines a alguien. Y de postre, al ser preguntado sobre el atentado al cuartel de Zaragoza (once personas muertas), que ETA ya había avisado que irían a por este tipo de instalaciones. Solo le falta decir que las víctimas son las responsables.

Entiendo que un vulnerador de derechos necesita sus propios trucos para soportarse. Lo preocupante es si otros piensan lo mismo. Arendt tiene una frase que viene al pelo: "Un solo hombre sin el apoyo de otros jamás tiene suficiente poder como para emplear la violencia con éxito". Y es que Josus hubo muchos pero menos que los que les aplaudieron y, aún hoy, agradecen sus servicios.

Esto me lleva a pensar si en la necesaria defensa de la memoria de lo sufrido no estaremos cometiendo el riesgo de centrarnos demasiado en responder a qué ocurrió, olvidándonos de la pregunta clave: ¿por qué ocurrió? Es necesario y sanador saber qué pasó, pero la respuesta al por qué es imprescindible para el futuro. Algunos Josus nos quieren dar gato por liebre, haciendo de la memoria solo un contenedor de hechos y recuerdos. La memoria no puede ser solo pasado, sino un aprendizaje de los errores que se proyecta al futuro. La oportunidad para destacar que este pueblo no admite la violencia como instrumento político, y que no queremos que nuestros hijos asuman con normalidad que, a veces, no queda otra que matar para defender un proyecto.