ecordando la figura de Ramuntxo Camblong, contaba Peio Etxeleku que fue el recientemente fallecido quien contestó años atrás a su carta de solicitud de ingreso en el EAJ-PNB. El dato resulta oportuno para comprobar una cuestión que no es menor: la llegada del ahora presidente del Ipar Buru Batzar al jelkidismo lo fue por iniciativa propia; dicho en términos deportivos, no se trataba de un fichaje, que era lo que había escuchado en más de una ocasión. Además, la información encaja muy bien con la imagen que Etxeleku había transmitido en agosto, en un extenso diálogo mantenido con Egoitz Urrutikoetxea, otrora compañero suyo en el Xalbador Kolegioa de Kanbo.

Aquel encuentro fue organizado para el diario Berria por el periodista Ekhi Erremundegi, y sirvió -por lo menos a quien esto escribe- para descubrir la dimensión de un dirigente abertzale que llevaba poco tiempo en el cargo, pero comenzaba a asomar como un revulsivo importante para un partido que no termina de despegar en Iparralde, tal y como él mismo reconoció a Franck Dolosor cuando fue elegido. Su otra faceta, la de joven empresario, también la estamos descubriendo aquí con noticias como la reciente apertura en Lizartza de las nuevas instalaciones de la quesería fundada por su padre hace cuatro décadas.

Consciente de los riesgos de realizar augurios de manera prematura, tengo para mí que la irrupción de Peio Etxeleku en la política de Iparralde está siendo una buena noticia, como lo es el fortalecimiento de la coalición EH Bai y la consolidación en el centroderecha no abertzale de figuras como Jean Rene Etxegarai. Y es que hay momentos, circunstancias y lugares en los que las fuerzas políticas limítrofes no se mueven como el funicular que necesita que una cabina baje para que la otra suba. Lo hacen como el tren que va sumando vagones. Ya veremos adónde y cuántos llegan, pero es indudable que la coyuntura resulta ilusionante en la parte continental de Euskadi.