nfrascados como estamos en eternas -y no siempre edificantes- polémicas sobre la novela Patria y su adaptación audiovisual, sobre acercamiento de presos y ongietorris, sobre memoria y relato, se agradece mucho que de vez en cuando asomen testimonios que nos saquen de ese bucle y nos pongan a pensar desde ángulos poco escrutados, cuando no ignorados y despreciados.

Bajo el esclarecedor título Funanbulistaren beldurra (El miedo del funambulista), Carlos Gorrindo Etxeandia nos ofrece de la mano de la editorial Erein una descarnada crónica de sus 16 años en diversas cárceles españolas, pero sobre todo de un proceso interno de miedo, vértigo, reflexión, desengaño, emancipación y decisión. La transformación de un joven dispuesto a matar en nombre de la libertad a un hombre que sobre todo necesita liberarse de una mentira que va descubriendo dentro de los muros de las prisiones.

Habíamos conocido hasta ahora testimonios de expresos dispuestos a ir mucho más allá del obvio reconocimiento del daño causado. Dispuestos a asumir su propia brutalidad y la injusticia de sus actos. La comparecencia de Carmen Gisasola en el Parlamento vasco hace dos años fue, por ejemplo, muestra de la firme voluntad de emprender el citado camino. La novedad que nos ofrece Carlos Gorrindo es, sin embargo, la de añadir belleza literaria por medio de esta crónica novelada que debería leer mucha gente.

La duda que le embarga a uno terminado el libro del de Gernika -con prólogo de Joseba Sarrionandia- es cuán diferente pudo haber sido todo si mucha de la gente que durante décadas estuvo en similares procesos internos de reflexión se hubiera atrevido a cruzar el alambre de funambulista. Es algo que nunca sabremos, pero cuando menos reconforta conocer la historia de los que sí lo hicieron y han dado el paso, además, de compartir su verdad con una sociedad tan necesitada de conocer todas las verdades. Aunque estas incomoden.