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Todo no cabe

Se dice con razón que el conflicto político vasco era tabú en las aulas. En lamía no lo fue. Tuve el privilegio deque algunos profesores nos permitieranescuchar y hablar sobre ello desde una perspectiva plural. Me animaron a querer conocer y comprender las diferentes miradassobre todo lo que nos ocurría pero, antetodo, a no justificar que esas cosas ocurrieran. He ahí la madre del cordero. La legitimación del asesinato, la persecución, la tortura, la amenaza, la extorsión, el abuso... aladversario político, más allá de quien lohiciese, fuera ETA, o personas al amparo obajo el disfraz del Estado, fue generandomiles de sufrimientos y rompiendo la convivencia. Así, cuando esos ejecutores directosdesaparecieron la tarea aún no terminó.Quedaba extirpar socialmente la comprensión y el apoyo de la violencia política paraevitar que volviera a repetirse. Gran parte deesa tarea ya venía de lejos y por ello tambiénllegó, por ejemplo, el fin de ETA. Qué buenoque hoy en nuestra sociedad sean muypocos los vean como legítimo hacerle dañoal que piensa distinto. Pero el peso de nuestro pasado nos obliga a no bajar la guardia.El reciente Gudari Eguna ha traído, entreotros, el necesario recuerdo de los injustosfusilamientos de Txiki y Otaegi pero también lemas que debieran generar nuestrorechazo: “borroka zilegia delako gora euskogudariak” o “gora atzoko, gaurko etabiharko borroka”. Pelear tiene muchas acepciones pero en nuestra tierra recuerda a unpasado reciente lejos de cualquier orgullo.Cada sensibilidad puede tener su relatosobre el pasado si hablamos de una memoria democrática pero la justificación de lavulneración de derechos y jalear a los que lahicieron no cabe. Como bien dice Sortu ensus estatutos “no hay cabida para formaalguna de actuación violenta, ni para conductas que le sirvan de complemento y apoyo político”. Pues eso.