Síguenos en redes sociales:

El disfraz de enojado

Llevo desde el domingo sumergido enel Carnaval de Tolosa. Qué mejorlugar, al menos para unos días ¿verdad? Así que no he podido evitar escribirsobre ello. No lo haré sobre el humor, que esuna de las señas de identidad del Carnavaltolosarra. En estos tiempos, con lo que algunos primeros espadas de los partidos políticos dicen y hacen, los humoristas se estánquedando sin trabajo. Podríamos hasta reírnos si no fuera porque todo eso que dicenparece que va en serio. Y eso sí que da miedito. No, hoy no les zurraré a esos políticos.Me centraré en nosotros, los de a pie. Lohago porque percibo que cada vez más personas vamos disfrazados de enojados. Motivos no nos faltan. Resumiendo, muchas deaquellas cosas que nos daban seguridad, hoyya no lo hacen, o no como antes. No nos fiamos de la administración, los partidos, lossindicatos, los bancos, los medios, lasempresas? A veces pareciera que entrenosotros nos miramos con precaución. Estonos hace estar cabreados. Lo entiendo, perodomina la crítica por la crítica. Vamos, labrocha gorda. La clase política lo alimenta yrefuerza para más inri. ¿Con esta negatividad casi permanente podemos avanzar? Amí no me lo parece. De hecho, a nadie nosgusta compartir curro, cena o escalera conalguien que siempre está mosqueado. Elproblema radica en que cada vez más personas se han enfundado este disfraz y hasta sesienten cómodas. Es su nuevo chándalsocial. Insisto, lo entiendo pero no lo comparto. Echar la culpa a otro, o pensar que loque hace el otro es peor, es un chocolate psicológico del que es difícil privarse. Pero ¿entu vida has conseguido algo enfadado? Lodudo. No haré filosofía barata diciendo piensa positivo y cómete el mundo. Todo esmucho más complejo. Sin embargo, mañana, que ya no será Carnaval, tomemos unminuto para decidir qué disfraz queremosponernos.