Las imágenes del supuesto escupitajo al ministro de Asuntos Exteriores en el Congreso de los Diputados han dejado perpleja a buena parte de la ciudadanía que todavía pensaba que el de político es un oficio de altas miras y nobles gestos. El presunto lapo o la posible acusación mentirosa de Borrell, les han puesto en evidencia. Mira que el tema se ha debatido e incluso García Ferreras se hizo con las imágenes para señalar infracción como los árbitros lo hacen cuando consultan el VAR. “No hay imágenes concluyentes”, dijo el colegido Ferreras, por lo que cada cual tendrá que interpretar la jugada y pitar lo que le parezca.

Detrás de esas imágenes del Congreso, que no se diferencia en nada de una clase cualquiera de instituto, puede que haya un antes y un después. Un lugar sacralizado hasta el paroxismo que reservó para su historia los tiros de Tejero en el artesonado del techo y, mira por donde, ahora los diputados juegan como niños mal educados y la gente, al otro lado, comienza a mosquearse. Se pensaba que el democrático siempre era un juego de réplicas donde los insultos no tenían cabida. Ahora todo ha cambiado. Y esto mismo le puede pasar a la serie Doctor en Alaska cuando vuelva, que todo indica que va a volver. Aquel respeto por los personajes más peculiares igual se ha transformado ahora en insultos y emoticonos de móvil. Aquella serie de la 2 de TVE fue el refugio de muchos espectadores que ya comenzaban a huir del ruido de la televisión a esas horas en las que triunfaban los programa de Pepe Navarro y compañía. Los espectadores encontraron un refugio de entretenimiento en Doctor en Alaska como quien entra en una cabaña en mitad de la tormenta de nieve. Volver a ver a los personajes de aquella serie 23 años después puede ser una experiencia vital. También el poder comprobar qué piensan de una serie así las nuevas generaciones que crecieron entre el ruido del prime time y los escupitajos de las redes sociales.