Euskadi está de moda no solo porque durante los últimos días sea protagonista indirecto del enfrentamiento entre los partidos del centro derecha español impulsado por los poderes fácticos que buscan un cambio regresivo del modelo de 1978, con todo lo negativo que ello puede suponer para nuestro país, o porque Donostia vaya a ser en mayo sede de la reunión del comité ejecutivo de la Organización Mundial del Turismo (OMT), gracias al gran conocimiento de la ciudad que tiene y a los amigos que cuenta en ella el recientemente elegido secretario general, el georgiano Zurab Pololikashvili, en la segunda vez que, dentro del Estado, sale de Madrid.
Euskadi está de moda porque, nuevamente y después de algunos años de ausencia, los grandes inversores internacionales están poniendo su foco en las empresas industriales vascas en busca de oportunidades para entrar y tomar posiciones. No se trata de que las empresas vascas hayan puesto el cartel de Se vende ante una coyuntura desfavorable que no se percibe, sino de que los inversores internacionales están analizando el tejido industrial vasco para ver las posibilidades que existen para entrar en el capital de sus empresas desde un planteamiento de maximizar los rendimientos de los capitales que administran.
El tejido industrial que ofrece Euskadi, fundamentalmente, el territorio de Gipuzkoa con unas empresas de tipo medio, saneadas financieramente, con alto nivel tecnológico y fuertemente internacionalizadas, se presenta como un escenario muy atractivo para que inversores industriales o capitales extranjeros hayan vuelto a poner sus ojos en nuestro país buscando buenas oportunidades para realizar sus inversiones.
Los inversores internacionales que proceden de países tradicionales como Reino Unido, Francia, Alemania y Estados Unidos buscan posicionarse en sectores con tecnología y en zonas donde existe una red de proveedores y servicios diversificada. A estos fondos de capital tradicionales se les está sumando también inversores industriales de algunos países asiáticos que están buscando plantas de fabricación en Europa.
Esta es una realidad que están empezando ya a detectar consultores empresariales vascos a quienes se están dirigiendo estos inversores interesados en conocer las posibilidades que existen para poder entrar en el capital de empresas con actividad y si hay ya compañías susceptibles de poder realizar a día de hoy este tipo de inversiones.
Este nuevo impulso que se puede producir en el mundo de las operaciones corporativas no solo se debe a la gran liquidez financiera que existe a día de hoy en el mercado, sino también a la atractiva rentabilidad que ofrecen las pymes guipuzcoanas desde el primer momento en que se entra en su capital, en un momento en el que todavía los tipos de interés siguen siendo bajos.
Este atractivo que presentan las empresas industriales vascas nos puede hacer sacar pecho de lo bien que algunas compañías lo están haciendo, hasta el punto de formar parte de esa larga lista de campeones ocultos que lideran determinados sectores en el mundo, pero sin embargo la entrada de estos fondos extranjeros puede suponer un grave problema para nuestra industria porque el objetivo que persiguen es conseguir la máxima rentabilidad en un corto periodo de tiempo, con todo lo que ello puede suponer de deterioro para el proyecto empresarial.
Curiosamente, este apetito inversor que se está manifestando por parte de capitales extranjeros coincide con la existencia de varias medianas y pequeñas empresas guipuzcoanas participadas con fondos de capital riesgo que estarían dispuestos a desinvertir para aflorar las plusvalías después de un periodo de varios años de permanencia.
En Gipuzkoa, al menos ocho empresas, entre ellas una de mediano tamaño, serían susceptibles de registrar nuevos cambios en su accionariado con la salida de los actuales fondos de capital riesgo y la entrada de nuevos inversores que, como los anteriores, buscan la rentabilidad a la inversión con lo que supone de inestabilidad para el futuro del proyecto industrial de las compañías. En algunos casos, estos fondos de capital riesgo, aún teniendo una participación minoritaria, tienen cláusulas de arrastre que obligarían a otros accionistas a vender, con lo que se producirían situaciones cambiantes importantes en la gestión de las empresas.
A este riesgo importante para el futuro de nuestras empresas, teniendo en cuenta la experiencia de inestabilidad que se ha producido en algunas compañías como consecuencia de la entrada de estos fondos de capital riesgo, hay que sumar el que se puede producir cuando el inversor tiene un componente industrial con lo que ello significa de traslado de la capacidad de decisión al exterior y la conversión de las firmas adquiridas en meras filiales estratégicas.
El ejemplo de la compra de Gamesa por Siemens es paradigmático sobre las consecuencias que este tipo de operaciones tienen no ya para la compañía adquirida, sino, como estamos viendo también, para los proveedores locales que ven cómo las condiciones de compra cada vez son más leoninas y exigentes afectando muy directamente a sus márgenes comerciales.
Frente a esta voracidad especulativa que define la actividad de los fondos de capital riesgo es necesario reaccionar con el fin de garantizar el futuro de esas empresas en su desarrollo tecnológico e incremento de valor añadido y en su presencia en los mercados internacionales consolidando el arraigo en su entorno con todo lo que ello supone de riqueza para el territorio.
El pretendido fondo de inversión público-privado impulsado por el Gobierno Vasco, que se dio a conocer en los primeros días de este año con la entrada del Ejecutivo de Gasteiz en el capital de CAF al tomar una participación del 1,24% y del que desde entonces se desconoce cualquier dato sobre su desarrollo, puede ser una herramienta para tratar de neutralizar este tipo de operaciones empresariales que solo obedecen a criterios especulativos.
En este sentido, teniendo en cuenta que en ese fondo, que tendría el aval y la presencia del sector público, la rentabilidad no debe formar parte de su primer objetivo, sino el apalancamiento de esas empresas que, hoy, se encuentran en muy buenas condiciones de desarrollo futuro y en las que la permanencia en su seno de capitales sin vocación industrial puede poner en peligro su continuidad.
En este terreno partir de un fondo de 250 millones de euros, tal y como se anunció desde el Gobierno Vasco, se considera una cifra que se queda muy corta si lo que se pretende es consolidar y arraigar nuestro tejido industrial y blindarlo frente a intereses ajenos que pueden poner en peligro proyectos empresariales con gran futuro.
Para ello es necesario contar con mayores recursos financieros -algunos los sitúan en 1.000 millones de euros-, que puedan hacer del fondo un instrumento útil para alcanzar ese objetivo de estabilidad para nuestras empresas. Todo ello con un claro liderazgo que podía venir de alguno de esos ejecutivos con gran experiencia y éxito en la dirección de sus empresas -alguno de ellos, precisamente, víctimas de la entrada de inversores industriales o fondos de capital riesgo en sus compañías-, cuyo talento se está desaprovechando de manera inentendible por parte de una sociedad que actúa de manera cainita desaprovechando a los mejores. La cuestión requiere de una actuación urgente ante los cambios que pueden producirse el próximo año en la política monetaria europea.