los parámetros macroeconómicos que presenta Euskadi en esta salida de la gran recesión no pueden ser mejores en términos de PIB, tanto general como per cápita, una Administración vasca que ha cerrado el ejercicio de 2017 con un superávit de 713 millones de euros, una tasa de paro que se ha reducido al 10,6% durante el año pasado y unas perspectivas de crecimiento económico para este año del 2,5%. Sin embargo, hay muchas deficiencias que presenta la situación socioeconómica vasca, como el descenso de la natalidad, el desempleo de los jóvenes, las pensiones, etc., y algunas parece que hay una cierta pereza colectiva en afrontarlas cuando necesitan una actuación urgente.
Llama poderosamente la atención que el informe de la situación laboral vasca que ha elaborado la catedrática de Economía de la UPV/EHU Sara de la Rica, en el que se alerta del preocupante aumento del empleo temporal registrado en 2017, al pasar de un 23% a un 26%, junto a una elevada tasa de paro de larga duración, que supone un 61%, no haya provocado mayor reacción entre los diversos agentes sociales a la hora siquiera de mostrar su preocupación sobre las consecuencias sociales que va a tener la disminución del empleo estable que se está produciendo.
Esta no es una cuestión que parece preocupar a los presidentes, consejeros delegados y máximos ejecutivos de las grandes empresas vascas a juzgar por lo que refleja el informe Temas candentes de la Economía vasca. La visión de los empresarios, presentado por la consultora multinacional PwC recientemente, en donde se recogen sus opiniones, ni tampoco de los sindicatos que debían de haber movilizado ya hace mucho tiempo a sus afiliados para denunciar una situación que se da tanto en el sector público como privado y que nos va a pasar factura en el futuro. Las vísperas del período preelectoral sindical en que nos encontramos no parecen presagiar que la situación vaya a cambiar.
La estabilidad institucional y política se ha convertido en una especie de mantra saludado por los políticos y los empresarios que lo justifica todo, incluso la inacción, sin que se esté aprovechando la situación de bonanza que se vive en este momento en Euskadi para sentar las bases de futuro del país y para ello es necesario la existencia del debate y la discusión siempre en términos de construcción.
Esa estabilidad que tanto proclaman algunos como valor de fortaleza se convierte en debilidad cara al futuro si no se ponen antes las bases para su continuidad en el tiempo. En este terreno, el cortoplacismo con el que se mueven los políticos que limitan su acción a los refrendos electorales cada cuatro años no es la mejor vía para este empeño porque hace que la acción política tenga fecha de caducidad al no plantearse con vocación de medio y largo plazo.
Los mismos ciclos de cuatro años tenían también aquellos gobiernos de Gasteiz que no solo reestructuraron la industria vasca salvando empresas que a día de hoy todavía siguen vivas y ayudando al cierre de aquellas que no tenían futuro, sino que fueron capaces de poner en marcha nuevos sectores en Euskadi que con el tiempo se han convertido en una referencia de nuestro potencial industrial, como las energías renovables, fundamentalmente, la eólica o la aeronáutica. Tengo la convicción de que a día de hoy sería imposible poner en marcha un proyecto como el que fue en su día Euskaltel, que nació con un objetivo claro de ser el embrión de un nuevo sector en Euskadi, como el de las telecomunicaciones. La actuación de algunos de sus socios y las circunstancias han ido en otra dirección del objetivo marcado.
Son ejemplos de políticas que tuvieron una gran visión de futuro y se anticiparon a la realidad de los hechos asumiendo el riesgo de equivocarse. Los resultados han demostrado con el tiempo que las decisiones, con sus altibajos, fueron las correctas. De la misma forma, habría que preguntarse por qué en este momento con un sector de automoción tan potente como el que tiene Euskadi y contando aquí con los principales fabricantes en el mundo de trenes y tranvías y autobuses no se ha puesto en marcha una alianza estratégica para ver la forma de poder fabricar en este país un coche eléctrico y autónomo que va a ser el futuro de la movilidad.
De la misma forma, Donostia debería de haber sido ya hace mucho tiempo un gran showroom de la electromovilidad pública, teniendo en cuenta que desde hace ya casi cuatro años el primer autobús eléctrico fabricado por Irizar está circulando por las calles donostiarras. El proyecto del Ayuntamiento de Donostia de instalar para el próximo año una línea de autobuses eléctrica e inteligente puede ser el mejor escaparate de venta para estos vehículos de transporte público que cuenta con una tecnología propia 100% vasca.
Otro de los asuntos tabú en Euskadi es la situación demográfica que nos vamos a encontrar por el descenso preocupante del índice de natalidad que se registra en este país y que obedece a razones de tipo estructural en las que tanto los poderes públicos como los empresarios deberían de actuar poniendo en marcha medidas que ayuden no solo a tener hijos, sino a la posterior conciliación familiar y laboral tanto del hombre como de la mujer, sin que ello signifique truncar las carreras profesionales de cada uno.
Por no hablar de la baja calidad del empleo de los jóvenes que, por lo general, entran en el mercado laboral con contratos temporales, en la mayoría de los casos de poca duración y con unas bajas condiciones. Se trata de un empleo precario impuesto porque no se ofrecen otras alternativas. Con este panorama de falta de oportunidades para poder progresar en sus carreras en empresas vascas, la alternativa es que muchos jóvenes se vayan al extranjero, con lo que se incorpora un nuevo problema a las consecuencias futuras negativas que va a tener la baja tasa de natalidad que tiene Euskadi.
Con un salario de 880/900 euros al mes y un empleo precario es muy difícil que un joven pueda poner en marcha su propio proyecto vital porque sigue siendo un individuo dependiente de los recursos familiares para poder vivir. Esta es la realidad. La misma que está afectando a las clases medias que han soportado la devaluación salarial que ha dado origen al aumento de la actividad de nuestras empresas, junto con la reducción de los márgenes comerciales que si la situación no cambia, puede tener un efecto negativo en la recaudación fiscal a futuro.
No deja de ser una pequeña compensación al insaciable deseo de los grandes empresarios de reducir el gravamen del Impuesto de Sociedades hasta situarlo a niveles europeos bajo el cuestionado argumento de ganar en competitividad y en atracción de inversiones. Los demandantes no se dan cuenta que una medida de este tipo no solo puede afectar al mantenimiento del gasto social y del estado de bienestar, sino que incide directamente en las pymes que, después de la última reforma fiscal en Euskadi, van a ver rebajadas sus deducciones en I+D, inversión en activos fijos y generación de empleo. Por ese motivo, para los pequeños empresarios industriales guipuzcoanos el tipo nominal del Impuesto de Sociedades del 28% no les preocupaba antes de la reforma, porque el gravamen efectivo era del 20%.
Por eso, cuando los ejecutivos de las grandes empresas se manifiestan, como lo han hecho a través de la encuesta del PwC, bueno será que entre sus preocupaciones se refleje la forma de dar salida a las cuestiones descritas como agentes con responsabilidad social que son y no se olviden de que la inversión privada en I+D+i, uno de los principales factores de competitividad, está bajando en Euskadi. En 2017, las empresas vascas registraron 94 patentes frente a las 238 de 2016. Este también es un “tema candente de la economía vasca” del que se debe hablar.