Hay gente que le tiene miedo a la televisión pero la intentan utilizar en cuanto pueden. El caso más evidente es el de Isabel Pantoja que después de un calvario de reportajes siendo el centro del huracán de su paso por la cárcel, ahora resulta que ha llegado el momento de pelillos a la mar y volver a convocar al público a través de la pantalla. Esta hipocresía del espectáculo se puede hacer extensible al fútbol. No hace mucho que Luis Enrique, que tiene nombre de galán de telenovela pero que se dedica a entrenar de momento al F.C Barcelona, tuvo una trifulquilla con un periodista por el tono de las preguntas que le hacía. Al día siguiente aseguró que la críticas no le afectaban porque no “me acerco al televisor ni borracho” y dirigiéndose a los periodistas les añadió: “no os escucho nunca... Imagínate en una semana como esta”. Algo suena a podrido en esta actitud de tonadillera y futbolero. Es como si odiaran la mano que les da de comer pero al mismo tiempo intentaran que les haga caso y les mime. Una contradicción lógica en la que se basa este negocio que utiliza principalmente la polémica y donde los personajes que la crean, saben y tienen interiorizado que su valor es el de las polémicas que sean capaces de generar. Yo no sé si lo hará con voluntad de vendetta o por simple vanidad pero desde hace un tiempo, se está hablando de que José María Aznar aparecerá como invitado en el programa de su amigo del alma Bertín Osborne, Mi casa es la tuya. No es que quiera comparar a Aznar con la Pantoja. Está claro que el expresidente ha elegido diferentes consejos de administración de grandes corporaciones antes que el papel de tertuliano o entrevistado pero, al final, parece que la televisión esté siempre al servicio de los mismos políticos y políticas, futbolistos y futbolistas, tonadilleros y tonadilleras de toda la vida.