No será la última
un año más, y ya son décadas, Bilbo ha sido referencia para la reivindicación multitudinaria en apoyo a los presos, según la terminología histórica, o por el respeto a los derechos de las personas presas según el actual enunciado, siempre en referencia a las reclusas acusadas de vinculación a ETA. La convocatoria, era previsible, ha contado con una respuesta masiva y con todos los componentes habituales en consignas, simbología y presencias destacadas.
Hay que constatar que en esta ocasión la manifestación de Bilbo ha sido la culminación de varios meses de iniciativas en torno a la situación injusta que padecen esas personas recluidas en cárceles españolas, una campaña intensiva en la que se han implicado organizaciones como Etxerat, Kalera Kalera, Sare e incluso el propio Colectivo de Presos Políticos Vascos, EPPK. La manifestación de ayer ha sido brillante colofón de meses de esfuerzo por llevar a la sociedad vasca la problemática de cerca de 400 personas sobre las que sigue ejerciéndose una política penitenciaria vengativa.
La campaña, ciertamente, ha quedado parcialmente ensombrecida por el desacuerdo manifiesto del Movimiento por la Amnistía y contra la Represión (ATA), que considera claudicantes las directrices que la dirección de Sortu, según ese Movimiento, ha impuesto al EPPK, obligándole a renunciar a la lucha por la amnistía y a aceptar soluciones individuales.
Independientemente de los conflictos internos soterrados en el sector social de la izquierda abertzale, es innegable que, si fuera consultada, la inmensa mayoría de la ciudadanía vasca estaría de acuerdo con el acercamiento de las personas presas a su entorno familiar y social, la libertad para las gravemente enfermas y la aplicación de los beneficios penitenciarios contemplados en la ley. Tanto Sare como convocante de la manifestación de ayer, como Kalera Kalera, como los portavoces habituales de la izquierda abertzale, insisten en ampliar el consenso respecto a la problemática penitenciaria, en que la sociedad se implique para una mayoría democrática y humanitaria que acelere la dinámica liberadora para esos centenares de personas y sus familias.
Si es cierto, que lo es, el sentir abrumadoramente mayoritario para que se respeten los derechos de las personas presas, también es cierto que la convocatoria de ayer, aun siendo multitudinaria, apenas logró sumar asistentes más allá de los de siempre. Ocurre que, a pesar de estar de acuerdo con lo reivindicado en la manifestación, una gran parte de la ciudadanía vasca prefiere no sumarse a la marcha, ni a la de Bilbo ni a ninguna de las convocatorias previas. Y no se suma ni a título particular ni como colectivo social o político. No puede olvidarse que la última vez que el PNV se incorporó como partido a la manifestación casi salió por piernas. Hay que reconocer que todavía existe un evidente recelo a sumarse personalmente a iniciativas propuestas por ese sector social. Por más esfuerzos que los convocantes hagan, que los vienen haciendo, sólo pueden añadir con cuentagotas nuevas caras a la lista de los abajo firmantes mientras la mayoría de la sociedad se queda con la imagen de los sempiternos portadores de la pancarta, o con la foto previa de los expresos reunidos en Usurbil, una foto que parece rescatada de la noche de los tiempos y plagada de nombres, de caras y de canas que evocan una trágica realidad a olvidar. La realidad, la penosa realidad, es que una gran parte de los que están de acuerdo con el respeto a los derechos de las personas presas no tienen ninguna intención de expresarlo en la calle, ni sumarse a llamamientos públicos en los que puedan mezclarse con “los de siempre”, según denominación al uso.
Un año más, el esfuerzo de los convocantes se ha visto recompensado por la multitud que recorrió ayer el centro de Bilbo. Un año más, la izquierda abertzale ha exhibido su músculo, su disciplina y su entusiasmo. Así ha sido desde que se eligió la capital vizcaina y el inicio del año para llamar la atención sobre la situación de las personas presas por su vinculación con ETA. Han sido muchos miles, ha sido un clamor reivindicativo, ha sido una impresionante muestra de solidaridad. Una vez más y como todos los años. Pero hasta ahora no han sido escuchados y, según van las cosas, mientras a quienes pueden cambiar las cosas les quede el pretexto de ETA viva, seguirán sin ser escuchados.
Los centenares de personas presas y huidas, sin duda, y a pesar de la indiferencia general y real, son una herida no sanada en la sociedad vasca. Y lo seguirán siendo, porque aunque gota a gota vayan aceptando las nuevas condiciones “permitidas” al Colectivo, siempre quedarán cerca de doscientas privadas de libertad por décadas. Y seguirán nuevas convocatorias en Bilbo y al comienzo de cada año.