Las convulsiones intermitentes en Podemos son algo más que efecto de su bisoñez, algo más que consecuencia de un partido aún a medio hacer. Las sucesivas crisis que vienen cuarteando la formación que lidera Pablo Iglesias tienen su origen en la gran dificultad de compatibilizar una nueva forma de hacer política con la integración plena en el viejo entramado institucional. Si a este obstáculo se añaden las lupas ansiosas con las que miran a Podemos los medios y los adversarios, entenderemos por qué en apenas dos años de vida pública ese partido esté en candelero un día sí y otro también.

Para su bien o para su mal, y como no podría ser de otra forma, Podemos es una formación política cautiva de su opción por la transparencia, por el lavado público de los trapos sucios, por la mano alzada y la libre participación como si se tratase de una asamblea de facultad. Sin darse cuenta, ha caído en la red de las redes sociales que husmean en sus cismas y los propagan tan ingenua como impúdicamente. Haciéndose eco de esas redes, los medios de comunicación publican con todo detalle las desavenencias entre los más ilustres líderes del partido, Pablo Iglesias e Iñigo Errejón, quienes no tuvieron el más mínimo recato en que se conocieran urbi et orbe discrepancias, reproches y afectos. Ejemplo de esta novedosa relación interpartidaria, la carta que Iglesias ha remitido esta semana a Errejón, una misiva -abierta, por supuesto- casi más moñas que cordial en la que le reclama junto a él, como “amigo, hermano, compañero”. Abren en canal sus discrepancias, pero sellan su eterna fidelidad con un beso en la boca.

A pesar de estas expresiones de cariño, a nadie se le oculta que se libra una lucha sorda entre ambos líderes en el proceso abierto para la II Asamblea Ciudadana, lo que otros partidos suele denominar congreso, a celebrar en febrero y donde se fijará cuál va a ser la línea a seguir en los próximos años. Y como a veces los árboles del anecdotario no dejan ver el bosque de las discrepancias, es necesario aclarar las diferencias fundamentales en el posicionamiento de los dos líderes. Pablo Iglesias quiere someter a referéndum una votación conjunta de programas y personas, y Errejón quiere una votación separada que le permita contraponer sus planteamientos ideológicos a los del secretario general ante las bases, antes de decidir las listas. Es decir, Errejón propone primero consensuar estrategias para después elegir las personas que las lideren, mientras que Iglesias prefiere solventar ambos asuntos en una misma votación. Plantea, por tanto, que la elección del próximo secretario general suponga también asumir sus documentos organizativo, ético y político.

Este debate ha ardido en las redes sociales, ámbito de opinión en el que Podemos está basando su desarrollo político, circunstancia de alto riesgo que los dirigentes del partido deben confrontar después con el corsé de la actuación institucional. En el mundo del Twitter y del Facebook en el que esta formación acostumbra a moverse, han seguido comunicándose durante toda esta semana ambos líderes aunque en el Congreso de los Diputados están sentados hombro con hombro. Ello indica el evidente interés que tienen ambos en que se conozca su debate, práctica que supone también un serio riesgo de trivialización.

En cualquier caso, lo que no ha logrado evitar este exceso de socialización son los sobresaltos que se provocan en el partido en su corta pero vertiginosa existencia. Esas convulsiones han estado presentes una y otra vez en su presencia vasca como Elkarrekin Podemos, que desde el primer momento conoció renuncias, dimisiones, vetos y escisiones. Especialmente sonora ha sido la muy reciente guerra que ha estallado en las Juntas Generales de Araba, con la rebelión de cinco de sus ocho junteros que no estaban dispuestos a aceptar la orden de abstenerse en la votación de los Presupuestos de ese territorio.

Los junteros díscolos llevaban ya año y medio de tensiones con la dirección de Podemos Euskadi, y han dado un puñetazo en la mesa porque tienen claro que deberían votar no a unas cuentas con las que no están para nada de acuerdo. El secretario general, Lander Martínez, no descarta la expulsión de los cinco junteros con lo que, una vez más, la formación morada se abre en canal aunque sea en una representación tan modesta como la de los rebeldes alaveses. Pero no cabe duda de que, caiga quien caiga, al final el desaguisado se rubricará con una sonrisa y un apretón de manos. Amigos, compañeros sobre todas las cosas.