No es normal que trate esta columna como obituario, pero déjenme que les hable un poco del Pedro Costa que falleció ayer y al que no conocía mucha gente, por más que fuera uno de los grandes de la televisión aunque solo fuera por haber creado aquel fenómeno televisivo que se llamó La huella del crimen, allá por 1985. Un producto pionero de los filmes televisivos que hoy abundan en televisión, que luego tuvo tres temporadas más hasta finalizar tristemente con casos más mediáticos pero de menor calidad como fueron El caso Wanninkhof (2008), El crimen de los marqueses de Urquijo (2009) o El secuestro de Anabel (2010).

Pedro Costa tuvo el mérito de que, en que años en los que el cine lo pasó muy mal, fue capaz de conseguir que los principales directores tuvieran trabajo en televisión. Hablamos de gente importante como Vicente Aranda o Ricardo Franco por poner solo dos ejemplos. Se podría decir que este productor vio claro el atractivo de las historias criminales en la televisión y que, efectivamente, éste sería uno de los caminos más transitados por las series que nos inundarían e inundan todavía de la televisión americana. Sin embargo, su arranque fue dirigiendo el documental ¡Que vienen los Beatles!, en 1965, cuyas imágenes de histeria femenina tantas veces hemos visto en televisión. Aquellas lágrimas que él transformó en pasión por el lado oscuro de los crímenes en televisión.