cuento de Navidad es una obra de Charles Dickens que narra la historia del señor Scrooge, un viejo avariento que aborrece la Navidad y a los niños. Un personaje que bien pudiera ser Mariano Rajoy que odia tanto estas fiestas como la posibilidad de perder el poder y decide estropear la fiesta a todo cristo. Todavía nadie ha calculado los daños catastróficos que pueden acarrear los efectos de la campaña electoral mezclados con los anuncios navideños. El daño a la Navidad y a la política pueden ser irreparables. Mezclar el peloteo general de las cadenas a Rajoy con el Vuelve a casa vuelve puede tener efectos revolucionarios o lisérgicos desconocidos. Lo mismo la gente se niega a votar en bloque que decide, con esa unanimidad que acostumbra el Tribunal Supremo, no comer turrón. Mezclar casi siempre tiene sus contraindicaciones. Después de tantos días de campaña, la gente va a dudar de si lo de Iglesias y Rivera en los debates es un rollito ocasional o hacen una pareja de hecho al estilo Anne Igartiburu y Ramón García en las uvas de Año Nuevo. No cabe duda de que Raphael se va a prodigar en los espacios navideños y hay algo de este cantante solitario que recuerda al líder socialista Pedro Sánchez cantando aquello de Digan lo que digan mientras camina altivo hacia la enésima caída del PSOE en unas elecciones. Debe ser la mismísima reencarnación del señor Scrooge o no sé qué es lo que habrá pasado a Mariano para hacer coincidir estas fechas con la campaña electoral. Si sabe de sobra que los mensajes políticos no pueden superar las barreras olfativas de los anuncios de perfumes. Si tiene clarísimo que sus discursos tendrán que competir y fracasar con las burbujas del cava catalán. Que algún tribunal haga algo con la ocurrencia de Mariano Scrooge de poner las elecciones en vísperas de Navidad. Su único propósito es que caigan en picado la venta del jugueterío infantil y de paso hacer llorar a los niños. ¿Pero es que nadie piensa en los niños?