Las cosas son como son y además algunas cosas son muy raras. Por ejemplo, el presunto debate que va a televisar Atresmedia (o sea Antena 3 y La Sexta), el próximo 7 de diciembre: trece días antes de las elecciones. Yo me sumo a la teoría de que difícilmente los debates electorales tienen por su pesadez algún efecto a en los resultados. Las urnas hablan a pesar de las poco creíbles confrontaciones políticas en los medios de comunicación. Otra vez de nuevo, el espectáculo preelectoral es injustamente incompleto: Sánchez, Rivera, Iglesias y Soraya que viene del banquillo supliendo el vergonzosa cacareo de Rajoy. Cualquiera de los cuatro candidatos debería tirar de fair play e invitar a las cadenas para que llamen al debate a los partidos que faltan. Si no, estaremos ante un ejercicio sesgado y nada habrán contribuido a la libertad de expresión. No se termina de entender quién ha fijado que sean cuatro y no cinco o nueve los invitados. Si la idea es de la cadena, supongo que habrá valorado la posibilidad de mosqueo de los millones de posibles espectadores -o votantes- que no verán reflejadas sus expectativas dialécticas en ninguno de los candidatos. ¿Entonces? ¿Estas cadenas dan por sentado que los votantes -o espectadores- que no se sienten representados van a olvidarse en el futuro de esta marginación? Los presentadores Ana Pastor y Vicente Vallés así como Susana Griso, que estará de aperitivo en el antes y al postre del después, y Antonio G. Ferreras, que dirigirá un especial tras el debate, habrán valorado que los candidatos a los que han invitado son solo una parte del espectro y que van a hacer un todo con una parte. En unos tiempos donde los target políticos están más abiertos, resulta que el corte a la hora de pillar cacho en los platós es más de lo mismo. Da la impresión de que algunos grupos de televisión se han enterrado el bipartidismo para inventarlo a su manera. Como espectador y votante les diría que más que ser cuatro igual va a ser que ven doble.
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