La primera edición de los Ondas corría el año 1954. Digamos que el franquismo estaba en el ecuador de su miserable historia. El pasado martes se pudo ver por Movistar plus, la 62ª edición. Unos premios que deberían poner el presente junto al pasado. Pero visto el espectáculo no fue así. Y no lo digo porque a Ana Blanco se lo dieran después de 25 años sin despeinarse el flequillo. No. Tampoco lo digo por el momento Raphael cantando Gracias a la vida y arrancando aplausos a diestro y siniestro. Tampoco. Ana Blanco es uno de los iconos televisivos. Digo icono porque su imagen nos ha acompañado desde hace 25 años sin que nadie (PP o PSOE) haya podido hacérsela suya del todo. Una profesional excepcional que ha narrado los peores tiempos de Felipe del “Váyase señor González”, el absolutismo de Aznar pasando por el aperturismo de boquilla de Zapatero y la manipulación de Rajoy. 25 años no son nada si los comparamos con los 55 que lleva Raphael cosechando aplausos. Afortunadamente ya no se estila que al público le den claveles como antes. Tuvo que ser Jaime Cantizano quien parara el frenesí del público antes de que el viejo cantante se dignara a salir del escenario. Qué repetitivo Raphael y qué canso el público. Dejémoslo ahí. Esta afición por retransmitir las galas, cualquiera que sea, se la tenían que hacer mirar. Los Ondas de este año como suele suceder casi todos los años estuvieron protagonizados por los premios concedidos a los hombres. Salvo Ana Blanco, las actrices de Vis a vis y Mariza, la cantante de fados, allá solo se veían hombres. Que no digo yo que cualquiera de ellos se lo mereciera -Manel Fuentes no sé yo si se lo merecía-, pero ya es casualidad. Y más en una edición que contaba con la bella sonrisa triste de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Muchos chicos en un certamen que debería premiar a los destacados de un medio que se mantiene, sobre todo, gracias al talento de muchas mujeres.