Suele ocurrir, sobre todo cuando los cabecillas de un régimen político intuyen que lo suyo va hacia su final en caída libre. A los cabecillas de UPN se les erizaron los cabellos cuando las encuestas vaticinaron su descalabro. No eran más que encuestas, protestaban, pero siendo conscientes de que el barco se hunde; y ya se sabe quiénes son los primeros en saltar.
Otros tiempos más apacibles eran cuando Yolanda Barcina, sin contar con nadie y por sus solos ovarios, anunció que encabezaría la lista de UPN para las elecciones del próximo mayo. Era el 28 de agosto de 2014. Claro, cuando después Barcina vio las orejas al lobo con la información privilegiada de que el Navarrómetro iba a pronosticar un desplome espectacular de UPN, la todavía autoproclamada candidata a encabezar la lista anunció que renunciaba a tan alto honor. Pero, eso sí, advertía que reclamaba un lugar destacado en la lista, un lugar para ejercer de “copiloto”, según detalló. Era el 10 de noviembre. Se apañó la aún presidenta foral para que uno de sus consejeros más fieles, José Javier Esparza, fuera elegido por el Consejo Político candidato a la sucesión. Era el 4 de diciembre y aún todo podía quedar atado y bien atado.
Centrándonos en Barcina, su decisión era ya de por sí peculiar, ya que no se conocían casos frecuentes de que un presidente retirado exigiese un puesto de salida en la plancha, para ocupar escaño. La maledicencia, lógica, interpretó esa pretensión como la búsqueda afanosa de un aforamiento preventivo, por lo que pudiera venir si volvían a levantarse las alfombras. Sea como fuere, y sin entrar todavía en las estridencias de estas últimas semanas, puede interpretarse que la presidenta del Gobierno y del partido se empeñaba en ocupar escaño en el Parlamento, porque los que le conocen de cerca saben no le apetece nada solicitar el reingreso en la UPNA.
Viene a cuento recordar aquella anécdota allá por septiembre de 2008; cuando en una reunión el presidente Miguel Sanz explicaba a sus más incondicionales sus esfuerzos por convencer a Rajoy de que era mejor que UPN guardase distancias con el PP “para asegurar la gobernabilidad”. La entonces alcaldesa de Iruñea apoyó con entusiasmo la tesis de Sanz ya que, de mantener el pacto con el PP, podría darse una moción de censura “¡y yo me tendría que volver a los quesos!”, rechazó horrorizada Yolanda Barcina aludiendo a su trabajo de bromatología en la universidad. Porque una cosa es hacer constar su cátedra universitaria en el currículum vitae y otra volver a las aulas o al laboratorio. Seguir en el Parlamento le facilita una excedencia con reserva de plaza incondicional, lo que le facilitaría una transición sin prisas hacia sus nuevos horizontes personales. De ahí su empeño en entrar en la lista y así lo reiteró de nuevo el pasado 12 de marzo.
Por su parte, el “elegido”, José Javier Esparza lleva meses diciendo a quien le quiera oír que él no es un “producto Barcina”. Es fenómeno frecuente que mediocres elevados por casualidad al más alto cargo acaben creyéndoselo, lo que en esta ocasión al candidato a dedo le ha llevado a la osadía de anunciar una lista “de renovación y regeneración”. Otro listo, que ha esperado a que el partido se haya gastado sus buenos miles de euros en cartelería y propaganda, para proclamar, al día siguiente de que Barcina anunciase su intención de figurar en la lista, el órdago de “o ella, o yo”.
Todo el entorno de Yolanda Barcina sabía que esto iba a ocurrir, que era un disparate que siguiera en el Parlamento. Pero nadie se atrevía a decírselo. Solo Esparza, este osado de nuevo cuño, ha sido capaz de hacerlo porque es consciente de que el sector sanzista sigue ahí, vigilante, dispuesto a segarle la hierba bajo los pies como lo ha hecho con “la señora”. Y que no se le ocurra venirles a ellos, a la guardia de corps de Miguel Sanz, con eso de la regeneración.
Es preciso dejar clara la importancia pecuniaria del conjunto de la lista. Y en ese punto ha cundido el pánico, porque calculan una bajada a 15-16 escaños y eso es poco zurrón para tanto cargo público. Y es que a la lista quieren ir los que ya están, los que cedieron escaño para ir a direcciones generales, los consejeros que dimitieron de su escaño para que corriera la lista, los nuevos consejeros sin paso previo por el escaño, los de los comités locales, algunos alcaldes, los que creen que ya les toca? en fin, que la legión de agraviados va a ser inevitable.
En esta semana frenética, para que no falte de nada, ha anunciado su intención de ir en la lista Alberto Catalán, quizá el que hubiera sido candidato natural si no hubiera habido en UPN las cuchilladas que se han prodigado en la era Barcina. La lista, la fatídica lista, está poniendo de los nervios al partido regionalista, demasiado acostumbrado a mangonear y a repartir prebendas entre los agraciados que, muchas veces a codazos, logran entrar en la plancha electoral.
En cualquier caso, poca credibilidad va a tener UPN en cuanto a gestión eficaz y pulso político. Bueno, siempre les quedará lo de “que vienen los vascos”.