La trastienda
Ocurre que los hechos políticos van sucediéndose y son trasladados a la sociedad a través de la interpretación que de ellos transmiten a los medios los portavoces autorizados.Pero más allá de lo que en su momento es noticia, suele haber una trastienda de discreción, o de tacticismo, o de pura cortina de humo que suaviza la crudeza de los entresijos partidarios.
En una muy reciente secuencia hemos asistido a la visita fugaz y al parecer sin transmitir mayores novedades de dos agentes mediadores en el proceso de paz, Jonathan Powell y Martin McGuinness. Pocos días después, y por sorpresa, ETA hacía público un comunicado en el que anunciaba “el desmantelamiento de las estructuras logísticas y operativas derivadas de la práctica de la lucha armada”, críptica descripción de lo que pudiera ser un acto trascendental de desarme. Que quién lo sabe.
Tanto sobre la visita de los mediadores como del comunicado de ETA se produjeron las pertinentes y habituales reacciones, desde el entusiasmo a la repulsa pasando por el escepticismo. Más allá de los posicionamientos de rigor, cabría preguntarse si los agentes internacionales en su visita trasladaron a sus interlocutores la inminencia del comunicado de ETA: la respuesta es que no, al menos ni al PNV, ni al PSE, ni a Geroa Bai, ni a Esker Anitza ni al representante del Gobierno vasco. Si lo advirtieron a Sortu, guardaron perfecta discreción porque nadie supo de ese anuncio de desarme. Nada, por tanto, dijeron Powell y McGuinness de lo que fuera a anunciar ETA si es que lo sabían, y sería preocupante que no lo supieran. Si lo sabían y no lo dijeron, aún sería más alarmante porque significaría que consienten el confuso anuncio de desarme sin contar para nada con el Comité de Verificación, y que se suman a esa especie de colegueo que tiene como fin trasladar el liderazgo del proceso a ETA y a la izquierda abertzale.
La funesta estrategia inmovilista del Gobierno español, por desgracia, ha dejado en suspenso la hoja de ruta ideada por la izquierda abertzale, abandonándole en un callejón sin salida que provoca serias tensiones internas. ETA no puede proceder al desarme verificado que pretendía, ni está dispuesta a disolverse sin sentar previamente al Gobierno a una mesa de negociación. Los presos políticos del EPPK siguen donde estaban, porque el Gobierno no acepta su sumisión a la legislación penitenciaria mientras no la expresen de forma individual y personalizada. Y así, el proceso sigue empantanado. Esta falta de avances traslada a las bases una preocupación entreverada de decepción, que obliga a muchos a plantearse si mereció la pena ese final a cambio de nada.
A este atasco hay que sumar el fiasco del desarme parcial del pasado febrero, al que según aseguraron al Gobierno vasco los mediadores testigos del esperpento y la izquierda abertzale seguiría un comunicado de ETA anunciando un desarme en serio. No fue así, y de aquel episodio salieron desprestigiados los mediadores, defraudada la propia izquierda abertzale y decepcionada la sociedad vasca. El lehendakari, por su parte, que había asumido unos riesgos evidentes, extrajo de esta decepción conclusiones a futuro sobre la fiabilidad de determinados agentes.
Hurgando en la trastienda, la hoja de ruta de la izquierda abertzale ya había sufrido sucesivos tropiezos como el fracaso del intento de un Aiete II que no aceptaron ni los mediadores ni el PNV, o la mesa redonda colectiva de todos los agentes internacionales para impulsar el proceso que tampoco fue aceptada por sus protagonistas. Propusieron entonces la visita de Jonathan Powell, que Gobierno vasco y PNV aceptaron a condición de mantenerla en absoluta discreción. Al sumarse Martin McGuinness, y temiendo que ello pusiera en riesgo esa discreción, la izquierda abertzale dio otro golpe de efecto filtrando la visita a su periodista de cámara en Vocento para lograr la máxima difusión y determinó hacer valer su protagonismo y liderazgo para calmar las tensiones internas provocadas por el nulo avance del proceso.
Y en ello está la izquierda abertzale, que a la filtración de la visita de los mediadores amplificada y aplaudida en su valoración sumó también con entusiastas declaraciones el comunicado de ETA y tomó la iniciativa de reunirse con el PNV para buscar puntos de consenso sobre el proceso de paz y el nuevo estatus. La izquierda aber-tzale, con este despliegue de iniciativas y hechos reseñables en el contexto del proceso, procura transmitir a sus bases la impresión de que mantiene el liderazgo para su impulso. Aunque el impulso sea ficticio.
Por supuesto, esta vez ha tocado abrir la puerta de la trastienda de lo que puede haber detrás de acontecimientos recientes que han ocupado la atención de una parte de la sociedad vasca, muy posiblemente minoritaria pero que a los políticos interesa tener informada. Con información de parte, por supuesto. Aquí nadie da puntada sin hilo.