Quedan 21 días para que cierren varios canales de TDT. Toda una afrenta si no fuera porque se trata de hacer cumplir la ley. Parece absurdo que un formalismo legal eche por tierra proyectos de cadenas y que desde el Gobierno no se mueva ni una pestaña. Supongo que antes del cierre el Ministerio de Industria se sacará de la manga algún subterfugio para evitar la sentencia, que afecta a varios de los grandes grupos de comunicación. Vamos, que tampoco es que les haga falta mucha ayuda. Lo que no se termina de entender es cómo se ha llegado a esta situación. Un cierre que acabará pagando en indemnizaciones el Estado.
Que se cierren nueve cadenas de golpe va a menguar el pequeño avance que se había conseguido con la TDT en cuanto a la impresión de variedad. También es cierto que esta impresión se reduce cuando muchos de estos canales se utilizan para reponer refritos. Canales donde viven series viejas y teletiendas. Vamos, que es cierto que la Administración no está haciendo todo lo que debe para subsanar la sentencia del Supremo, pero las empresas tampoco es que estén poniendo toda la carne en el asador por estas licencias.
Detrás de todo esto está la gestión del pastel publicitario. Quitar de golpe nueve canales va a hacer que el trozo crezca para alguno de los que se mantienen, pero esto no debería ser así. Un medio no debe cerrar por un defecto de forma detectado por un tribunal de justicia. Lo que sí debería ser revisable es el nivel de los contenidos de cada uno de los canales de TDT. De alguna manera, la industria de la imagen no ha tenido un crecimiento como cabría suponer, al incrementarse con los canales de TDT. La producción no es mucho mayor que cuando la tele era un juego al póquer entre las cinco cadenas y las autonómicas. El cierre de las nueve cadenas traerá más miseria al sector audiovisual. Vale, que no los cierren, pero que se note que van a renovar la programación audiovisual con ellos.