en Baiona llueve, claro que llueve, más o menos como aquí, y sus ríos también se salen y visitan las tabernas de sus riberas de vez en cuando. Ahora Adour y Nive bajan soberbios por la nieve fundida de los Pirineos que les hace nacer a ambos. Esta ciudad lapurtarra, que vive entre sus dos ríos origen de su existencia, tiene su alma rugbística un tanto encogida con el temor fundado de que el Aviron Bayonnais -un club de remo al fin y al cabo-, se precipite aguas abajo hacia la división inferior junto al fraterno rival biarrot.
El rugby, a todo el rugby vasco, nos llegó en 1897 por Baiona por su Liceo de Marracq, de donde se extendió al resto, incluso a este lado de la muga a comienzos del siglo XX, cuando los malos hijos de buenas familias donostiarras iban a estudiar internos en sus centros escolares pero el balón oval tardaría en cuajar en Gipuzkoa, como es bien conocido. Y este sábado, una vez más, nos visita el Aviron Bayonnais con sus fieles seguidores, su Pottoka, sus colores albicelestes y su lema en gascón -lengua perdida en Donostia en la noche de los tiempos-, para este encuentro, en un intento de enderezar su rumbo en espera de que Oyonnax o quizá Perpignan fallen y poder salvarse una temporada más -la temporada en que Mr. Tchin-Tchin le dijo adios-.
En Baiona este sábado estará nublado según el pronóstico, más o menos como en Donostia. Este sábado los rugbiers guipuzcoanos tenemos que sumarnos más que nunca con los lapurtarras en Anoeta para, entre todos, empujar ese equipo aguas arriba.