El pulso informativo se altera de vez en cuando ante la irrupción de una noticia en las redacciones que tiene que ver con el fallecimiento de algún famoso/a que rompe los ritmos narrativos de la programación y tinta toda la actividad mediática de colores de duelo, muerte y defunción. La repentina desaparición de algún protagonista de la actualidad o de la historia próxima obliga a los medios a una ciaboga informativa que cambia programas, levanta pautas y genera un programa casi monotemático en torno a la figura del desparecido/a que exige potencia informativa y productiva importante. La graduación del tratamiento informativo tiene que ver con importancia, relevancia y significado social, político e histórico del fallecido/a. Recientemente hemos asistido a tres casos de diversa intensidad y respuesta mediática. Paco de Lucía mereció titulares de primera en los informativos y algún reportaje o actuación grabada de especial significado. La muerte de Iñaki Azkuna ha provocado un extraordinario esfuerzo en las redacciones vascas, siendo portada en los medios madrileños. Y el reciente fallecimiento del presidente de la Transición, Adolfo Suárez, provoca un revolcón en la plácida vida de los medios en fin de semana. Unos lo hicieron mejor y otros mostraron sus vergüenzas que en el caso de la señora de las tardes del finde fueron patéticas, con momentos deplorables de una periodista sin recursos que echó mano de tópicos, desaprovechando los conocimientos de periodistas y políticos invitados en el set, frente a otro veterano que supo aguantar tipo y combinar materiales que la redacción ponía a su disposición, mientras que la oficial salvaba la cara con ricos materiales de archivo, que el mismo Suárez ayudó a crear in illo tempore. La ocasión prueba la pericia de los periodistas; unos tienen más, otros menos. Es el breaking news, la prueba de fuego.