El homenaje, recordatorio, resumen obituario o como quieran ustedes llamarlo es un genero repetitivo. Casi nunca aporta nada nuevo salvo que se haga con el corazón más que con la memoria. A Adolfo Suárez llevan mentándolo en televisión desde el viernes. Su hijo advirtió de su muerte entre lógicos sollozos pero en rueda de prensa. Desde entonces, todo el mundo se ha dedicado al rito de la repetición. El primer presidente de la democracia, su papel decisivo en el desmantelamiento progresivo del franquismo y el abrazo a las urnas. Todos los programas que hemos visto repiten la misma historia sin aportar datos nuevos. Nadie ha reconocido -ni siquiera el rey- que era uno de los que traicionó a Suárez antes de que este dimitiera. Todo el mundo alaba su biografía y oculta sus esfuerzos por arrinconarlo. Hasta su aparición pública en forma de foto fue tomada por el mismo hijo que lo utilizó ya desmemoriado en campaña electoral. Salía de espaldas con gesto ausente y junto a Juan Carlos que le pasaba el brazo por el hombro. Nota para el futuro: "Nunca te fies de las fotos que toman los familiares ni de los abrazos que dan los estraños que se hacen pasar por amigos". Lo que hacen es hundir un poco más la daga que ya te clavaron para matarte.
Horas de televisión que se han consumido con la insignificancia de la pólvora en las salvas militares. Los personajes que vinieron contándonos la historia dan paso a los periodistas que ya lo habían venido haciendo a los largo de los años. Los homenajes televisivos a Adolfo Suárez ya los habíamos visto: desde los oficiales de TVE hasta los cantarines con música de rock de La Sexta que decidió darle la tarde libre a Jordi Evolé. Esperemos que, a cambio, Salvados -o cualquiera que sea- nos cuenten pronto la otra verdad. La que ponga nombre a los que propinaron puñaladas traperas a aquel franquista, director general de RTVE, que acabó con la memoria repetida y aislada en su propia democracia.