históricamente, en este país las elecciones al Parlamento Europeo han sido más bien anodinas, sin apenas merecer más interés para los partidos que las posibilidades de colocar a cargos ya agotados o a veteranos dirigentes amortizados. Sin embargo, tal y como vienen comprobándose los nervios de las ejecutivas, en esta ocasión las del 25 de mayo parecen ser la madre de todas las elecciones y puede decirse que desde ya hace meses todas las decisiones estratégicas de los partidos españoles están condicionadas por esos comicios europeos, en otras ocasiones mediopensionistas.

Evidentemente, la explicación a estas preocupaciones está en el carácter de test para las generales de 2015 que tienen las elecciones al Parlamento Europeo. De los resultados del próximo 25 de mayo podrán deducirse con gran aproximación las posibilidades de cada uno cara al fin de esta legislatura. Y ello, porque en estos años de mayoría absoluta del PP han surgido nuevas circunstancias claramente condicionantes para la siguiente contienda electoral.

La etapa política de la presidencia de Mariano Rajoy ha venido contaminada por la corrupción a los más altos y desvergonzados niveles, en momentos en que la crisis económica y el desempleo parecen haberse asentado para quedarse. La trama Gürtell y los ERE de Andalucía son pesadillas que penden sobre la cabeza de los dos grandes partidos, debería suponerse que con un impreciso desgaste. El fugaz estallido del 15-M no llegó a cuajar en nada serio, pero dejó sembrado un poso de desconfianza en la clase política que pone de los nervios a los partidos por las consecuencias previsibles de incremento de la abstención, dato de riesgo que distorsiona los cálculos de los comités electorales.

Por si fuera poco, la tradicional fragmentación que siempre afectó y afecta a las izquierdas se ha desplazado a una derecha de todos los matices que hasta ahora había encontrado acomodo en el voto al PP. Atacados de los nervios, los responsables de campaña del PP siguen mirando de reojo a UPyD -cajón de sastre en el que caben populistas, presunta gauche divine, trepas y jacobinos- mientras son sacudidos por el escalofrío de la incierta implantación de Vox, esa herida que al PP se le desangra por la aún más extrema derecha.

No es de extrañar, por tanto, que los partidos políticos acudan a esta convocatoria europea sin ninguna tentación de arriesgar lo más mínimo. Para ello, el PP apelará a la brocha gorda de los grandes monotemas para aferrarse obsesivamente al poder, y el PSOE hará lo mismo en su ansiedad por echar al PP de la Moncloa. Ambos, PP y PSOE, centrarán su discurso en su particular concepto de firmeza: la unidad de España y la derrota del terrorismo. Discurso a la contra que se traducirá en el rechazo a que Catalunya pueda decidir su futuro, y en evitar el más mínimo indicio de relajación respecto a ETA, entendida ETA como suelen, el mundo entero de la izquierda abertzale y, si me apuran, del abertzalismo propiamente dicho.

PP y PSOE, con Cataluña como pim-pam-pum, disputarán para que se vea quién saca más pecho en su intransigencia contra cualquier tentación secesionista. Por tanto, que nadie espere el más mínimo paso del Gobierno de Rajoy en cumplimiento de la legalidad penitenciaria a la que se ha sometido el EPPK. Que nadie espere por parte del PSOE o sus sucursales vascas el más mínimo acercamiento, siquiera de refilón, a EH Bildu, a Sortu, a Aralar, o nada que represente a la izquierda abertzale, como ya se ha comprobado en el marzazo navarro, o en la renuncia de Rafaela Romero a su presidencia en Juntas de la Comisión de Derechos Humanos con tal de no visitar a los presos de Sevilla II. En este crítico momento electoral, a los dos grandes se les hacen los dedos huéspedes y no piensan arriesgar lo más mínimo. Caiga quien caiga, por supuesto, que eso les da igual.

Por aquí la maquinaria electoral también lleva ritmo frenético -quién lo iba a decir, en unas en otros tiempos anodinas europeas-. El PNV, cerrada ya su tradicional coalición con catalanes, canarios y gallegos, aprieta el paso en Gipuzkoa con la vista puesta en las municipales y forales de 2015 -otra vez las europeas como test- centrando su artillería en Gipuzkoa con la presentación de su proceso de reflexión Prest, para competir con Bildu en el liderazgo del territorio.

La izquierda abertzale, con sus dos temas claves -presos y proceso de paz- sin resolver, y buscando socios desesperadamente para los comicios europeos, capitaliza su protagonismo de puertas adentro reiterando comparecencias de históricos expresos y exiliados, en la esperanza de rentabilizar el victimismo que le regalan sin escatimar las estrategias incoherentes del PP, PSOE y UPN.

En medio de una inusitada ansiedad se acercan, pues, las elecciones al Parlamento Europeo. Habrá que estar atentos a sus resultados si acaba por ser verdad que son un anticipo para las citas electorales del próximo futuro.