Pasar por el aro
Tres meses después de anunciar su acatamiento a la legalidad penitenciaria vigente, el Colectivo de Presos Políticos Vascos (EPPK) ha comenzado a poner en práctica sus primeras decisiones. Tal como advirtieron, se trata de decisiones individualizadas que abarcarán en primer lugar la solicitud de libertad o prisión atenuada para una docena de presos de ETA y de la izquierda abertzale ilegalizada aquejados de enfermedades graves o de otros seis presos mayores de 70 años. No piden ningún trato de favor, por supuesto. Piden solamente lo que establece esa legalidad penitenciaria que se comprometieron a acatar.
En esa misma línea de acogerse a lo que marca le ley, el EPPK solicitará más adelante el acercamiento a cárceles próximas a sus lugares de origen -se supone que la prisión de Zaballa- y, a continuación, los beneficios penitenciarios en función del tiempo de condena ya cumplido. Nada que no se esté ya aplicando a los alrededor de 70.000 presos que pueblan las cárceles españolas.
La peculiaridad del proceder del colectivo abertzale de penados incluye que a estas reivindicaciones razonables se añaden la denuncia de los efectos que está acarreando en ellos y en sus familias la política penitenciaria de excepción, la exigencia al Estado del cumplimiento de la ley y su adecuación al panorama legal europeo y la implicación del EPPK en el proceso de paz iniciado por la izquierda abertzale. Poco, o nada, dicen, de cuál vaya a ser el proceder individual ante la exigencia -que se les demandará- de reconocer el daño causado.
Esta lenta, intermitente ciaboga del EPPK viene adecuándose en ritmos al interminable final definitivos de ETA. Parece que la aceptación de la legalidad vigente precisa de demasiados circunloquios, demasiados sí pero no, demasiada retórica que encubra la crudeza del reconocimiento público del fracaso. No tiene ningún sentido disimular el acatamiento incondicional de la ley, cuando eso y no otra cosa fue lo que hizo Sortu a cambio de su legalización. Sortu, el partido que hegemoniza hoy todas las estructuras de la izquierda abertzale, aceptó pasar por el aro sin más miramientos.
Lógicamente, lo fue para los promotores de Sortu y lo será sin duda para los dirigentes del EPPK, es difícil someterse a las exigencias de una legalidad contra la que se ha combatido durante decenios. Por eso, se miden los pasos, se miden las palabras y se disimula la capitulación a base de retórica, de épica, de arrogancia y hasta de apariencia de fortaleza. El EPPK se dispone a pasar por el aro por primera vez, desde que en los 90 fue creado para fortalecer la necesidad de cohesión dificultada por la dispersión.
Durante todos estos años, el EPPK ha instituido una disciplina férrea entre sus miembros, la práctica totalidad de los presos políticos vascos, ya pertenecieran a ETA o a cualquier organización abertzale ilegalizada. Una de las instrucciones impuestas a los presos sometidos a su disciplina consistía en renunciar a cualquier solicitud individual de acogerse a los beneficios penitenciarios previstos en la ley. Y como el EPPK no reconocía la legalidad penitenciaria, los presos sometidos a su disciplina renunciaban al derecho histórico y a la aspiración de todo recluso, que no es otra que salir de la cárcel lo antes posible, con la ley o fuera de la ley.
Este objeto del deseo de todo preso es el que ejercieron hace ya varios años el exiguo colectivo autodenominado "Presos comprometidos con el irreversible proceso de paz", que desde la convicción decidieron ejercer su libertad y acatar la legalidad. Y lo hicieron desde el menosprecio y el apartheid para ellos y para sus familias, hostigados de manera implacable por el EPPK y por todas las estructuras del MLNV, viéndose abandonados y rechazados hasta por formaciones políticas como Aralar que les apoyó y apadrinó en un principio pero les abandonó en el camino, cuando optó por integrarse en opciones lideradas por la izquierda abertzale histórica.
ETA está intentando un final digno, y para ella los presos son un problema aunque quizá el Gobierno español lo entiende al revés, que mientras ETA siga activa será un problema para sus presos. Por eso el EPPK ha comenzado su ciaboga, su sálvese quien pueda disfrazado de valiosa estrategia política a sabiendas de que la reivindicación de la amnistía es pura entelequia. Pese a su respetable intento por disfrazar de espíritu colectivo el importante paso dado, saben que el acogimiento a los beneficios penitenciarios y el reconocimiento del daño causado va a tener que ser individual, uno a uno, personal e intransferible.
A pesar de la general indiferencia con que la sociedad vasca sigue el devenir de los casi 600 miembros del EPPK, hay que desearles que sean bienvenidos a la realidad porque sólo así nos iremos acercando a la normalidad.