Cuestión de dignidad
Los dirigentes del PSN no lo harán, pero deberían hablar sobre la implicación de Ferraz en la hoja de ruta trazada por la ejecutiva navarra tras la denuncia de la ex directora de Hacienda, Idoia Nieves. La ejecutiva federal, con Alfredo Pérez Rubalcaba al frente, consensuó con los navarros la Comisión Parlamentaria de Investigación sobre los extremos denunciados por Nieves y el anuncio de presentación de moción de censura, e impuso el plazo de quince días para la decisión final. En todo ello PSN y PSOE fueron de la mano, y Ferraz desplazó a Iruñea al secretario de Relaciones Institucionales y Política Autonómica, Antonio Hernando, para que siguiera el desarrollo de las sesiones de la Comisión desde la sede socialista en el Paseo de Sarasate.
Algo falló en la estrategia del equipo de Rubalcaba, que esperaba de la Comisión unas conclusiones más contundentes de manera que en esos quince días fuera la propia Yolanda Barcina la que, acorralada, disolviera por su cuenta el Parlamento para evitar el bochorno de ser desalojada por una moción de censura. Falló la envergadura de los actos irregulares cometidos por la consejera Goicoechea y fallaron las previsiones sobre la fragilidad de ánimo de la presidenta quien, además de su gira por todos los medios de comunicación estatales para difundir la patraña de un supuesto pacto infame entre PSN y ETA, (Bildu), se ocupó de recibir las garantías suficientes para asegurar que no pensaba dimitir.
Y quedó la ejecutiva del PSN colgada de la brocha, obligada a cumplir su compromiso ante la ciudadanía navarra aunque con la convicción de que Ferraz iba a impedírselo, a pesar de haberle arrastrado previamente al borde del precipicio. Lo peor era que en la ingenuidad del equipo de Roberto Jiménez esta vez había algo más que una voluntad de cambio, había una decisión contrastada de liderarlo y una voluntariosa intención de resistir. Luego resultó que cuando fueron llamados a Ferraz no tuvieron capacidad de aplacar las iras del Pepiño de turno -en este caso Oscar López-, ni sus afrentas, ni sus amenazas, y se volvieron a Navarra con la dignidad por los suelos resignados a protagonizar el paripé del Consejo Regional y, sin duda, deseando pasar el mal trago cuanto antes.
O la estupidez de los más altos dirigentes del PSOE es supina creyendo que la coincidencia de su federación navarra con Bildu iba a restarles votos en Cáceres y temiendo que quien hace y deshace, arbitra y decide en la política española es la Brunete mediática, o lo que en realidad ocurre es que existe un supremo pacto de Estado entre los dos grandes partidos españoles para evitar a toda costa que Navarra pueda quedar expuesta a un cambio en el que participen los nacionalistas vascos que, por supuesto, son tan ciudadanos navarros como los votantes de UPN o PSN. En cualquier caso, el criterio cortoplacista de Ferraz es demasiado burdo, demasiado rancio como para darlo por bueno.
Enfrentarse a la decisión de Rubalcaba era cuestión de dignidad, teniendo en cuenta que en este "marzazo" ha prevalecido el interés de quienes desde fuera de Navarra protegen sus intereses partidarios, por encima de los intereses imperiosos de una ciudadanía, la navarra, que soporta una situación política, social, sanitaria y laboral intolerable.
La ejecutiva del PSN ha apelado a la lealtad para comulgar con las ruedas de molino impuestas por Ferraz, sin tener en cuenta que la dignidad está por encima de la lealtad. Esta nueva espantá del PSN no solamente va a tener como consecuencia el tremendo desengaño de esa inmensa mayoría de la sociedad navarra que apostaba por el cambio YA, sino que coloca al partido dirigido por Roberto Jiménez al borde del desguace, convirtiendo su posible liderazgo para el cambio de progreso en una formación prescindible a la que se augura una galopante quiebra electoral.
Esa ha sido la proeza de Alfredo Pérez Rubalcaba, que obliga al PSN a suicidarse ya que, a diferencia del "agostazo", el "marzazo" se ha perpetrado antes de las elecciones. Y después del desencanto tras esta oportunidad perdida, las urnas pueden ser demoledoras para los socialistas navarros que han preferido preservar la lealtad a arriesgar por dignidad. La alternativa, según amenaza de Ferraz, era la disolución del partido y el nombramiento a dedo de una gestora. Roberto Jiménez y su equipo, como se ha comprobado, han sucumbido al chantaje y han elegido agachar la cabeza, tragarse el bochorno y afrontar un futuro personal incierto. Dos pájaros de un tiro para Rubalcaba, que jamás ha perdonado que el de Pitillas apostase por Carme Chacón y no por él en las primarias de 2012.
Como es lógico, el sector crítico del PSN exige la dimisión de Roberto Jiménez por su lealtad servil a la Ejecutiva Federal, pero es sospechoso que esa demanda no se haya extendido también a los que impusieron renunciar a la dignidad. En esta política chusquera y ramplona que soportamos, la lealtad es flor de un día que no siempre tiene recompensa. Perdida la dignidad, como ya se irá viendo, la resolución de los problemas de la ciudadanía puede quedar relegada al quítate tú para ponerme yo.
A pesar de todo, lo que ahora sigue tocando es un cambio de progreso y acabar con esta desastrosa situación en Navarra.