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Con la venia: ETA en su solitario

solo hasta aquí hemos llegado después de múltiples especulaciones, después de unos cuantos anuncios de anuncio, después de no pocas euforias, decepciones, menosprecios y escepticismos. Vinieron los verificadores y anunciaron un gesto de desarme de ETA. Pero lo que la comisión ha verificado es que ETA sigue deambulando pero aún no ha llegado al final de su viaje a ninguna parte, a la estación término de 50 años descarrilando.

La teoría generalizada entre quienes creen estar al cabo de la calle sobre el denominado proceso de paz era que, ante la falta de respuesta por parte del Gobierno español y su no disimulada hostilidad, ETA iba a dar un nuevo paso unilateral que consolidase aún más el final del ciclo político militar. Ese paso estaría relacionado con su desarme total, pero la tan esperada iniciativa ha tenido de nuevo un carácter simbólico, en consonancia con la cadencia progresiva que viene dando a su retirada definitiva. Podría decirse que, al menos, esta vez ETA ha dado un acelerón a lo que decidió el 20 de octubre de 2011 para dar carácter definitivo a su retirada de la escena.

Quizá las expectativas eran excesivas, pero difícilmente lo comunicado por los verificadores internacionales puede transmitir con claridad a la sociedad -y menos al Gobierno español- esa convicción de que la parca relación de armamento contenida en los dos folios signifique una voluntad inequívoca de desarme. En cualquier caso, y paradójicamente, esa voluntad de futuro tampoco pasará de ser simbólica porque de nada sirve indicar dónde están las armas y ponerlas a disposición de quien corresponda si nadie se ocupa de hacerse cargo de ellas. Y, por lo que parece, tal como ha sido acogida por el Gobierno español y el partido que lo sustenta, esta iniciativa de desarme parcial no va a tener correspondencia por su parte. Pese a todo, tanto los verificadores como el Gobierno vasco consideran que esta entrega parcial de armamento hace fiable la intención de ETA de su desarme total.

ETA cometió el error de plantear su retirada de la escena como una especie de partida de ajedrez, iniciando el proceso con el muy relevante movimiento unilateral de abandonar la lucha armada, decisión trascendental que para la inmensa mayoría de la sociedad vasca supuso el logro de la paz. Pero bien pronto pudo comprobar que en esa partida de ajedrez la otra parte ni siquiera se quiso sentar en la silla y que iba a verse obligada a jugar al solitario. Y jugar a ciegas, porque es el contrincante ausente quien baraja y pone las reglas. El Gobierno español, como pudo comprobarse en Oslo, no tiene ninguna intención de arriesgar nada participando en esa partida. Tiene a su alrededor vigilantes implacables que le caerán encima al mínimo gesto de sentarse a la mesa.

El Gobierno español y quienes proclaman como único desenlace la derrota de ETA, deberían ser conscientes de que el desarme ya iniciado y el compromiso de consumarlo es la más pura expresión de esa derrota. Pero no les basta. Piden, exigen, su disolución. Desde el punto de vista de la lógica y el realismo, sin armas ya no existe organización armada. Pero tampoco les basta, porque aunque se anunciase esa disolución, pediría primero la rendición y entrega de sus militantes, después su público arrepentimiento, después la reparación y responsabilidad civil. Nunca acabará de saciarse su sed de venganza y, sobre todo, sus expectativas de aprovecharse de tanto mal causado injustamente. Aunque se nieguen a reconocerlo, la persistencia de ETA, siquiera como espectro, a los gobernantes españoles les es muy útil ya sea para alardear firmeza con intenciones electorales, ya sea para ocultar las múltiples miserias originadas por su desastrosa gestión.

A trancas y barrancas, con exasperante lentitud, ETA va haciendo sus deberes y, de paso, logra el dudoso éxito de seguir en candelero. El gesto que se conoció el viernes, sin duda, es un nuevo movimiento en su complicado solitario. Un movimiento con menos fuste que el esperado, pero que va en el buen camino para la solución. Para la sociedad vasca este paso supone una consolidación del trascendental anuncio de octubre de 2011, un paso que ratifica la paz mayoritariamente reconocida y disfrutada.

Pero desarmada, disuelta o desmantelada ETA, todavía queda la dura tarea de restablecer la convivencia. Y para ese recorrido es absolutamente imprescindible que acabe la inexplicable ausencia de quienes tienen la clave para desbloquear este proceso, el Gobierno español que se empecina en ausentarse del tablero.