Furiosos y frustrados
NO ganan para disgustos los monopolizadores del dolor ajeno, los interesados en acaparar los derechos, los deseos y los sentimientos de las víctimas del terrorismo para que sus padrinos los rentabilicen en puro provecho electoral.
A la sentencia definitiva del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que invalida la doctrina Parot, sucedió un goteo de acontecimientos que ha encrespado los ánimos de quienes se empeñan en ser exclusivos portavoces de las víctimas. El Gobierno del PP, abrumado por el ridículo que suponía la desautorización europea, prefirió lavarse las manos y endilgar el marrón a los tribunales, quizá confiado en que la complicidad que en su día le prestaron para validar aquel disparate jurídico iba a animarles también a enfrentarse con el alto tribunal de Estrasburgo.
Pero, claro, para los jueces una cosa es bailarle el agua al Gobierno de turno y remar a favor de la corriente mediática y emocional, y otra hacerle un plante togado a las Señorías del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Así que tanto la Audiencia Nacional como el Tribunal Supremo han preferido salvar la cara acatando la puesta en libertad de los afectados por la sentencia europea.
Enfurecida, desmelenada y desafiante, Ángeles Pedraza, la presidenta del colectivo que se arroga la representación de todas las víctimas habidas y por haber, ha ido subiendo el tono de la provocación a medida que las decisiones judiciales no van acordes a su criterio de venganza y resentimiento. Desautorizó al Gobierno y al partido que lo sustenta en la manifestación de Madrid, increpó al juez Marlaska por acatar a Estrasburgo con celeridad, desacreditó a la Audiencia Nacional por dar curso al contenido de la sentencia y exigió -nada menos- la desaparición del Tribunal Supremo por delegar en los tribunales competentes la aplicación de la sentencia.
Por si fuera poco, y en pleno arrebato de ira de la AVT, al Gobierno Vasco se le ocurre ahora anunciar que las víctimas de abusos policiales también explicarán en las escuelas vascas el sufrimiento padecido. Esas víctimas, reconocidas como tales por el Parlamento Vasco, no pueden ser merecedoras del respeto, el reconocimiento y la reparación. Por tanto, para la señora Pedraza y los voceros que le representan y jalean en tertulias y editoriales, la iniciativa por la paz y la convivencia del Gobierno vasco supone llevar los etarras a las aulas en su versión más heavy, o incurrir en el pecado nefando de la equiparación, la equidistancia y la teoría del conflicto, según el discurso habitual.
La señora Pedraza, como en su día lo fue Francisco José Alcaraz, no es más que exponente aventajada de ese apéndice electoral que idearon los sectores más extremos del aparato del PP. Una máquina, la AVT, a la que dotaron de toda la ayuda institucional, económica y mediática hasta arrogarse el monopolio del dolor ajeno. Durante dos décadas, la AVT ha dado sobradas muestras de prepotencia y ha sido consciente de su capacidad para condicionar cualquier iniciativa política que se desvíe de su criterio intransigente de vencedores y vencidos.
Gobiernos, ejecutivas de partidos, profesionales de la comunicación y representantes ciudadanos de todo orden han mirado siempre con el rabillo del ojo a la AVT y otros colectivos de su órbita, preocupados por no ofender, por no molestar, por no incomodar, por no desviarse de lo victimariamente correcto. Los monopolizadores de las víctimas han mandado mucho y mandan, y sobre todo los dos grandes partidos PP y PSOE miden escrupulosamente sus movimientos y discursos, no vayan a molestarles. Ponen un especial cuidado esos partidos cuando se trata de tomar postura en temas de política penitenciaria, de proyectos de paz, reconciliación y convivencia y, por supuesto, cuando se trata de coincidencias, pactos o fotografías compartidas. Les van en ello los votos.
Por todo ello no debe sorprender la reacción furibunda por las consecuencias de la sentencia de Estrasburgo. Ellos, la AVT y sus corifeos, jamás imaginaron que ningún poder del Estado fuera a contradecirles. Se habían creído de verdad el disparate de que "siempre tenían la razón". Han campado a sus anchas pero engañados, sin tener en cuenta que un desafuero puede ser tolerado en casa y con todos los elementos a favor, pero jugar en terreno ajeno -Europa, sin ir más lejos- es otra cosa. Se les ha permitido -y aplaudido- que acaparasen la representación de los golpeados por la violencia etarra, y se les ha permitido también que ni sepan ni quieran saber de los que han sufrido la violencia de las arbitrariedades policiales y el terrorismo de Estado. Víctimas, estas, para las que no debe reivindicarse el reconocimiento, ni la reparación.
Ha tenido que venir de Europa la decisión de poner las cosas en su sitio. Podría suponerse que ahora, sin la tutela protectora del Estado español, a la AVT se le cayera la venda de los ojos y se limitase a apoyar a todas las víctimas cuyos derechos humanos hayan sido avasallados. Pero no. Ahí andan, frustrados y resentidos, con su escrache de cárcel en cárcel a la caza del etarra liberado.