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Ana Ibáñez y Patxi Alonso, dos ejemplos de debates en televisión

EL arte del debate televisivo: el papelón del moderador según el cual no puede permitir ruido del griterío, ni que las voces de las opiniones se vayan montando unas sobre otras y el plató se convierta en un gallinero. Fue injusto el relevo de Xavier Fortes al frente de La noche en 24 horas y lo anotamos en estas líneas. Daba pena perder a un mediador objetivo en una televisión pública que estaba siendo conquistada por el nuevo Gobierno del PP. Por allí apareció Ana Ibáñez. Una joven periodista que daba el perfil de las nuevas incorporaciones. Sin embargo, Ana ha conseguido recobrar un poco la credibilidad que con la sustitución de Fortes había perdido. Es tan importante para una sociedad que el periodismo mantenga la objetividad. Escuchar los comentarios de Ana Ibáñez supone un reencuentro con la normalidad. Otra cosa diferente es que se deba a que las voces que acuden a ese tipo de programas sean siempre las mismas. Periodistas que apenas defiendan posiciones tan comunes de los ciudadanos como el paro, las ansias de autogobierno o la pobreza. Se diría que son debates con espacio para los profesionales del periodismo bien situados, digamos, de la prensa centralista, con alguna honrosa excepción.

Y ya puestos a analizar el debate habría que felicitar a Patxi Alonso por haber encontrado un tono más pausado para El conquistador del fin del mundo. Poco a poco ha impuesto su tempo y ha marcado los límites a los invitados: ya no se producen los guirigáis tan frecuentes al principio. Se nota que los debates han perdido la frescura que tuvieron en su momento con López. Pero ya no se grita. Y es que el arte de la tertulia tiene un difícil término medio: entre el respeto de los tertulianos y la labor efectiva de quien los modera. Hoy por cierto El conquis toca a su fin. El concurso digo, porque el debate me temo que va durar un poco más.