desde que el 20 de octubre de 2011 ETA anunció el cese definitivo de la lucha armada hasta hoy, esa organización ha reiterado periódicamente comunicados sin que, hasta ahora al menos, hayan tenido más trascendencia que una idéntica respuesta por parte de sus destinatarios: "Que se disuelvan". El contenido de sus escritos, a decir verdad, apenas ha variado desde que, semanas después de haber hecho pública su decisión, urgió a los gobiernos español y francés a iniciar el diálogo para resolver "las consecuencias del conflicto".
En este mismo sentido, en comunicados sucesivos ETA ha insistido en reafirmarse en el cese de su actividad y en apremiar a los gobiernos para el desbloqueo de la situación. Hay que hacer notar, sin embargo, que a medida que el tiempo pasa sin ninguna reacción por la otra parte, se percibe en los comunicados un estilo más apremiante, una expresión más enérgica en la denuncia por el inmovilismo de los gobiernos.
En el último comunicado, ETA les acusa no solo de inoperancia ocho meses después de la Declaración de Aiete sino de "ataques" al proceso, ataques concretados en el goteo de detenciones que se vienen practicando como si aún continuase su actividad armada. El comunicado incluye una serie de datos inquietantes como la intención de reunir su arsenal para mantenerlo "en condiciones estables y seguras", tarea que, al parecer, está siendo obstaculizada por unas detenciones que provocan "situaciones de alto riesgo".
No cabe duda de que el total inmovilismo de los gobiernos, fundamentalmente el español, está poniendo en riesgo el final ordenado de cincuenta años de enfrentamiento armado. Expresiones como "el único comunicado que se espera de ETA es el de su disolución", o "ETA se va a disolver por las buenas o por las malas", dan a entender que el Gobierno del PP ha optado por dejar que la situación se pudra, que las policías francesa y española acaben por diezmar lo que quede de la organización y que la única verificación del cese de la lucha armada sea la incautación gradual de sus arsenales. Y todo ello, aunque provocase un cierre en falso, es posible que suceda.
Esta inacción está desencadenando una situación que preocupa mucho a los dirigentes de ETA que decidieron el cese de la actividad armada, preocupación que se percibe en sus comunicados porque les lleva a un callejón sin salida. El cese de la lucha armada a cambio de nada supondría un fracaso histórico de la organización, del que se resentiría sin duda la izquierda abertzale tradicional que le ha dado cobertura política durante décadas. Y cuando aquí se dice a cambio de nada no se hace referencia al logro del "Estado independiente, socialista, reunificado y euskaldun" que reivindicaba la Alternativa KAS, sino a los mínimos de todo ejército derrotado como son la entrega controlada de las armas, el trato humano a los prisioneros y el acuerdo para su progresiva liberación.
Como suele ocurrir, el último comunicado de ETA contrapone su "compromiso por la paz" a la cerrazón de los estados. Nada nuevo en esa reafirmación ni en esa indiferencia. Pero el tiempo corre, y no se conoce ningún resultado positivo del esfuerzo que algunos agentes internacionales están haciendo para abrir vías de diálogo. El tiempo corre, cierto, y la mayoría de la sociedad vasca se está acomodando a esta paz sin contrapartidas por más que el espacio social que ahora corresponde a EH Bildu aplauda el "esfuerzo de ETA para que progrese el proceso de paz". Ocho meses después, parece que para el Gobierno español y los partidos constitucionalistas la Conferencia de Aiete quedó en mera escenificación y nada es lo que parecía, excepto la pista de aterrizaje para un final decoroso de cuatro décadas de lucha armada tan cruel como inútil.
En su comunicado, ETA ha pretendido también ejercer de agente político en este tiempo ya descaradamente electoral. Ha pretendido estar presente con el mismo mensaje que está utilizando EH Bildu, y centra sus arremetidas contra el PNV venga o no venga a cuento, porque no es ajeno el partido jeltzale a las reivindicaciones de diálogo que reclama la organización armada, ni a las demandas de modificación de la política penitenciaria y el fin de la dispersión. Pero da igual, el caso es sumarse al coro.
En resumen, a consecuencia del perverso inmovilismo del Gobierno de Rajoy, el último comunicado de ETA produce una inquietante impresión de urgencia, de nervios, de desasosiego, que podría dar a entender que no es fácil para sus actuales dirigentes mantener una situación en la que no solo se les ningunea sino que se detiene a sus bases. Una impresión preocupante, porque nadie garantiza que no se vaya a producir un golpe de timón, que otros dirigentes se hagan con el mando y se retome un camino de no retorno. Para satisfacción de los nostálgicos de ambos bandos, que los hay.