el consumo de los ecos de sociedad está en el origen de las gazzetas europeas del siglo XVII y, consecuentemente, en el origen del periodismo moderno, que ha desarrollado una forma específica de presentar natalicios, bodorrios y otros acontecimientos de semejante índole. Europa conserva como reliquias del pasado formas políticas que conjugan constitución y monarquía como elementos de estabilidad social. Los personajes de la Familia y Casa reales han estado permanentemente en los medios desde que estos existen y han creado personajes de la información con rasgos muy definidos en su modo de hacer, como en el caso de Jaime Peñafiel, que acaba de cumplir ochenta primaveras y que ha dedicado su vida a la cobertura de este tipo de noticias que alimentan prensa del corazón y secciones de cotilleo en la tele. Este periodista especializado de largo aliento y, en ocasiones, actitudes caducas y clasistas, ha cubierto la actualidad de las monarquías europeas desde los años sesenta del pasado siglo hasta hoy, convirtiéndose en un gurú de tejemanejes y tinglados de la borbónica familia que ocupa el puesto más alto de la organización política española. Periodista cortesano sin corte, soñador de una forma de gobernar que los tiempos arrumban, cronista acelerado de los amores de Felipe y Letizia, vive los actuales momentos críticos de la Corona con absoluta fidelidad al rey, defendiendo el periodismo que practica, que no deja de tener olor a rancio y aromas de sueños infantiles. La defensa de la sangre azul, el continuo amparo del rey y la repetición de los manidos esquemas del pasado chocan con el cuestionamiento social del papel de la monarquía, trufado de escándalos y azarosas situaciones que atribulan la periodística vida de este Peñafiel, del que bien se pudiera decir "que buen vasallo, si hubiera buen señor".