EL 24 de abril se cumplieron 40 años de la puesta en antena del más afamado concurso televisivo que respondía al nombre de Un, dos, tres, frase clave para responder por parte de los concursantes disputando premios en especie de mucho valor o fruslerías sin par si la mecánica era negativa para los intereses de los participantes. El padre muñidor de semejante montaje, inusual en la moribunda España del tardofranquismo fue Chicho Ibáñez Serrador, un personaje clave en la historia y desarrollo del monopolio audiovisual como lo sería en otro tipo de programas, Valerio Lazarov. El ingenioso y atrevido Ibáñez Serrador se trajo de EEUU los tres ingredientes grandes para hacer un programa de referencia: un conductor con carácter, una dinámica de programa excitante y un acompañamiento musical, humorístico entretenido a lo largo de las horas del espacio de millonarias audiencias y más teniendo en cuenta la soledad de TVE. Kiko Ledgard, Mayra Gómez Kemp, Jordi Estadella y Miriam Díaz-Aroca, José Mª Bachs y Luis Roderas fueron los conductores del programa estrella con un sentido del espectáculo y el entretenimiento inéditos en la España de la dictadura, transmitiendo un tono vital y dinámico a una sociedad que se aprestaba al cambio de régimen. Humoristas, actores, actrices consagradas y noveles se asomaron al guion que cada semana elaboraba minuciosamente Ibáñez Serrador en un magno despliegue de personas, medios y técnica para grabar cada entrega en un ejercicio de narración considerado como uno de los mejores 25 programas de televisión. La mascota Ruperta, los Tacañones y Tacañonas y el inefable ejército de secretarias con Victoria Abril a la cabeza forman parte del recuerdo televisivo de un medio poderoso y dominador de masas desde sus inicios.