no se trata de una mera moda pasajera. Tampoco un eslogan político de entre tiempo, entre elección y elección. Es un debate que ha llegado para quedarse, y que hay que abordar de forma sensata, racional, pausada pero sin pausa, sin victimismos ni prepotencias, pero con tenacidad, entusiasmo, motivación, sabiendo transmitir que Euskadi merece lo mejor desde el respeto a los demás. El pueblo vasco, Euskal Herria, está definido en nuestro Estatuto. Debemos mucho al Estatuto de Gernika: pasamos de ser, legal o normativamente, meras provincias a ser un pueblo, una nación. El reto es apasionante: civilizar el futuro de un sentimiento, el ser vasco en Europa y en el mundo, y lograr superar la mera conservación de nuestro autogobierno, la foto fija que aporta el Estatuto, para avanzar, siguiendo el propio tenor de la Constitución, en su modificación y desarrollo.

El denostado y vilipendiado por muchos Estatuto de Gernika ha de ser superado, sí, pero ha de ser también respetado y valorado, porque ha contribuido a construir elementos comunes en nuestra construcción como nación, ha generado una base, un sustrato común del que carecíamos. El pacto estatutario representó una manera paccionada y no jerarquizada de entender las relaciones Euskadi-España. El Estatuto fue heredero de la cultura foral de pacto con el Estado, esencia de nuestro autogobierno.

Ahora toca proyectar las potencialidades que nos ha abierto el Estatuto hacia una nueva Euskadi abierta al mundo, que construya su identidad nacional desde la pluralidad. Compartimos en Euskadi una comunidad política tan compleja como rica: la complejidad no es un problema, no hay que confundir complejidad con complicación. Solo desde una visión centralista, que entiende la singularidad vasca como un problema, como un mero capricho intelectual de una supuesta elite política, se tiende a minusvalorar todo lo vasco. Nuestra autonomía financiera es vista como un privilegio, nuestra especificidad organizativa como un fósil institucional propio del Antiguo Régimen.

El momento preelectoral contamina todo debate de alcance estructural y no coyuntural, pero es necesario reflexionar sobre la apuesta política de futuro en Euskadi, su inserción en un contexto europeo y mundial, y la estrategia política y de Gobierno a seguir para alcanzar los objetivos de autogobierno deseados.

El principal problema para el avance de nuestro proyecto común como nación, como pueblo vasco, radica en que el andamiaje sobre el que se construye la política en el Estado español corresponde a un traje y a una doctrina de hace décadas, y revela un escenario político de supuesto equilibrio interterritorial ya superado. Hasta el lenguaje empleado deviene anticuado: se considera, desde posturas inflexibles, que solo existe un demos, un sujeto en democracia, que es el Estado.

Esta premisa no se sostiene en pleno siglo XXI: bajo el cobijo de una imperfecta democracia, pero democracia, conviven varios demos: las viejas teorías clásicas sobre la preeminencia absoluta del Estado-nación ni se plantean la posibilidad de otras categorías de sujetos, de entes protagonistas del devenir de la vida en democracia: el binomio Estado-ciudadanos representaba para esas superadas concepciones todo el espectro posible de titulares de derechos y obligaciones.

Si fuésemos realmente una democracia plurinacional, se admitiría con normalidad (y con recíproca empatía) la necesidad de garantizar y proteger las diversas expresiones nacionales que conviven, entre ellas la que representamos desde Euskadi. Sobran visiones apocalípticas, sobran visiones pesimistas: hay que avanzar hacia la renovación del pacto, de nuestro acuerdo relacional con el Estado. Una importante mayoría de votantes de este País lo ve necesario, natural, no catártico ni rupturista. Y esa mayoría no puede verse defraudada, porque la frustración genera ruptura, energía negativa... y ésta sobra, en demasía, en este País. Construyamos entre todos el futuro de Euskadi. No sobra nadie, entre todos hemos de construir, consolidar y mejorar el legado histórico que hemos recibido, adaptado al siglo XXI.