los desgarros internos en los partidos políticos suelen ser a veces signos de debilidad democrática, porque con frecuencia son consecuencia de imposición o de indisciplina. Cuando esos desgarros son manifiestamente públicos y amplificados por los medios, el diagnóstico es de alta gravedad, cuando no directamente letal. Lo ocurrido esta semana en el seno de Aralar da como resultado una peligrosa vía de agua de la que ese partido saldrá seriamente afectado. Y si no, al tiempo.
Aralar pasó de corriente crítica de Euskal Herritarrok (EH) a partido político diferenciado, porque sus dirigentes no aceptaron la decisión mayoritaria de no comparecer en las instituciones para las que habían sido elegidos y tras haberse desechado su ponencia Aralar por las asambleas de Euskal Herritarrok. Fue una decisión complicada, arriesgada y fuertemente contestada por aquella EH que no era otra cosa que la izquierda abertzale de toda la vida. Una decisión que mereció algo más que el reproche, si se recuerdan aquellas pintadas (Patxi, traiziorik ez) que aparecieron en las calles vascas sin que faltasen las amenazas de rigor.
Aintzane Ezenarro, Mikel Basabe y Oxel Erostarbe pertenecen también a la corriente crítica en desacuerdo con la integración de Aralar en Amaiur, según decisión mayoritaria de su asamblea nacional. Los tres son parlamentarios electos que, con Dani Maeztu, integran el grupo parlamentario de Aralar y que, a día de hoy, se encuentran ante el dilema de poner sus cargos a disposición del partido o continuar su camino al margen de lo que su Ejecutiva disponga. Nadie puede poner en duda que aquella decisión, la de volver a la casa del padre, fue el origen de una fuerte convulsión interna en el partido liderado por Patxi Zabaleta. Los sorprendentes resultados de Bildu en las elecciones municipales y forales de 2011 pudieron alimentar el miedo escénico en algunos de los dirigentes de Aralar ante la siguiente convocatoria, y optaron por diluir su formación en la pujante irrupción de la izquierda abertzale oficial. Para esos dirigentes, era un triunfo porque Aralar había logrado atraer a Batasuna a los parámetros democráticos. Para los críticos, esa integración era un suicidio, una inmolación que iría llevando a Aralar a difuminarse como partido diferenciado.
El grupo parlamentario liderado por Aintzane Ezenarro, al margen de su mayoritaria discrepancia interna, ha venido ejerciendo su trabajo institucional dentro de la disciplina del partido. El grupo parlamentario lo ha venido haciendo desde hace siete años, con dignidad, con seriedad, y según los principios asumidos por Aralar desde su creación en 2001. Han protagonizado siete años de actividad parlamentaria normal, en un Parlamento del que estaba injustamente excluida la izquierda abertzale oficial. Han defendido la necesidad del diálogo interpartidario para lograr una solución negociada del conflicto vasco y, según su convicción, lo han hecho con coherencia y sin ningún apercibimiento por parte de su Ejecutiva puesto que el diálogo negociador está en el ADN de Aralar.
La propuesta presentada por Ezenarro se sustenta en el difícil equilibrio que conllevan la urgencia para echar a andar y la realidad de un quorum cercenado por las normas vigentes. Siempre en defensa del diálogo entre todos, la portavoz parlamentaria de Aralar logró la conformidad del PP -máximo exponente antidiálogo- para que la ponencia estuviera abierta a todos los grupos políticos parlamentarios y a los agentes sociales e instituciones que quisieran participar en ella.
Un logro que resultó ensombrecido por la ausencia literal de "diálogo sin exclusiones", concreción semántica que le exigiría su Ejecutiva y cuya ausencia denunciaría la portavoz de la izquierda abertzale oficial Maribi Ugarteburu. Siempre quedará sometido a interpretaciones de parte la equivalencia entre el texto reflejado en la ponencia y el que ahora exige su Ejecutiva, pero merece la pena tener en cuenta la distinción que Ezenarro hace entre "el texto y el contexto" cuando ella manifiesta que después de cinco meses de que ETA anunciase el fin de su actividad armada, ya es hora de que alguien "tire del carro" para resolver mediante el diálogo las asignaturas pendientes. Entre ellas la de los presos, su acercamiento, su liberación tras la parte de condena cumplida, la excarcelación de los enfermos y el acogimiento a los beneficios penitenciarios.
Cuestiones todas ellas que supondrían una humanización del conflicto y que difícilmente van a lograrse con la sola movilización, según los dirigentes de Aralar defendían al menos hasta su integración en Amaiur, o sea, hasta el contexto
Los tres parlamentarios de Aralar están en la difícil encrucijada de renunciar a sus cargos según la apelación a la ética política que les hizo Zabaleta, o batallar en el Parlamento sin un colectivo que les sustente. En cualquier caso y por similares razones, con Uxue Barkos, Aintzane Ezenarro es la segunda política más valorada a la que renuncia Aralar.