SI es cierto que ya se ha superado la fase violenta del conflicto vasco y en realidad nos encontramos en un tiempo nuevo, lo que ahora toca es recomponer todo lo deteriorado tan profundamente en cuatro décadas de confrontación. En un momento como este, por lo que supone de situación nueva, se corre el riesgo de enmarañarlo todo, de dar pasos inconexos que se agotan rápidamente, de urgir iniciativas dispersas para comprobar con desaliento que apenas se ha avanzado nada.
Hay que poner en orden la tarea que tenemos por delante, para lo cual es necesario entender que son tres los procesos dispares que deben ser gestionados simultáneamente, pero teniendo el cuidado de no mezclarlos:
El primero, certificar el final definitivo de ETA como organización armada que actúa ilegalmente, en la clandestinidad y sin ningún control. La gestión de este primer asunto corresponde a la propia ETA y a los gobiernos español y francés, aunque muy probablemente implicará también la colaboración de algunos agentes internacionales aunque solo sea para la certificación del desarme. Que se sepa, no se ha avanzado nada en este tema.
El segundo, resolver el conflicto político que sin lugar a dudas es una realidad en Euskal Herria. Esta resolución corresponde a las fuerzas políticas sin exclusiones, a las instituciones en las que esas fuerzas están representadas y, en última instancia, a la propia sociedad vasca que deberá refrendar lo que partidos e instituciones decidan.
El tercer proceso pendiente es la reconciliación social, que pasa por el reconocimiento de todas las víctimas del conflicto en su diferente grado y origen y, por otra parte, la reinserción social de presos y refugiados. En estos dos aspectos, los pasos son vacilantes, contradictorios y dan la impresión también de encontrarse bloqueados.
El caso es que esta diversificación clara de los procesos a resolver es condición previa y fundamental para la solución, y el empeño por mezclarlos y confundirlos tanto en la acción como en el discurso está llevando el desenlace a un punto muerto. La clave común a estos tres procesos es abrir cauces de diálogo, ya que sin él y sin un amplio consenso no puede hacerse ese camino. Y por falta de diálogo y de consenso está como está, atascado, enfangado y sin horizonte próximo. Es interesante comprobar hasta qué punto llegan los intentos y cuál es la voluntad para ese diálogo plural.
Y en este repaso, se constata que el lehendakari Patxi López ha hecho muy poco. Incluso la ponencia que propuso a bombo y platillo sin consensuarla con nadie, quedó en nada y fue poco más allá que una copia de la propuesta de la portavoz de Aralar en el Parlamento Vasco, Aintzane Ezenarro. Y ello, cuando como lehendakari le hubiera correspondido articular, dinamizar y liderar ese espacio de diálogo.
Ese mismo déficit de liderazgo afecta al PSE, que mira de reojo al PP y a la opinión pública española, desperdiciando aportaciones de interés que provienen del presidente de ese mismo partido.
Del Partido Popular vasco poco más se puede decir. A pesar de algunos fuegos de artificio en declaraciones esporádicas, es evidente su total subordinación al aparato de Madrid, en el que Mariano Rajoy está agarrotado por el chantaje de su sector de derecha extrema a través de la utilización de algunos colectivos de víctimas.
En este desierto de falta de iniciativas, la ponencia presentada por Ezenarro es una propuesta pragmática para abrir un espacio -aun imperfecto- de diálogo y puede considerarse como un paso importante para salir del tiempo muerto. Echar a andar, aunque sea cojeando.
Sorprende, por cierto, la falta de apoyo a esta parlamentaria por parte de su formación política que, al igual que EA, están adoptando un papel absolutamente acrítico con las decisiones sobre pacificación y con proyectos estratégicos de la antigua Batasuna. En realidad, desde su adscripción a Bildu (EA) y a Amaiur (Aralar), sus voces han quedado prácticamente diluidas como proyectos diferenciados. Aralar y EA, sumados al maximalismo, han decidido bloquear la ponencia de Ezenarro con el razonamiento de o todos, o ninguno.
La izquierda abertzale oficial camina con mucha más lentitud de lo que le demanda la sociedad. Una lentitud que no se sabe si es fruto del cálculo político-electoral o para preservar la unidad interna. El caso es que todo son reticencias a la hora de apoyar cuantas ponencias se presentan, a pesar de la recomendación hecha por Brian Currin.
Es inquietante, en cualquier caso, el artículo que ha hecho público Urrosolo Sistiaga, en el que acusa a la izquierda abertzale de no acelerar la solución para los presos para aprovechar el victimismo en la próxima campaña electoral. Sería muy duro suscribir esta tesis, teniendo en cuenta que quizá lo que se pretende es dejar a ETA esa baza para que no se quedase sin otro espacio de negociación. Arriesgada operación que puede tensar la cuerda de los presos, hartos ya de seguir esperando.