el lenguaje retórico y las frases hechas nos envuelven, como una melodía repetida día a día, pero no sirve para transformar la realidad; la escenificación hueca que rodea muchas de las grandilocuentes manifestaciones de unos y otros actores políticos ante el nuevo tiempo de una Euskadi sin ETA no debería hacernos olvidar algunas premisas básicas para que la convivencia entre vascos se asiente sobre una base estable y justa:

1. El conflicto de identidades y el de la violencia son dos cosas distintas; el terrorismo nunca representó una consecuencia natural de un conflicto político, sino su perversión. La ansiada y por fin materializada desaparición de la violencia no merece ninguna recompensa; lo que hace es facilitar un diálogo abierto y, si la sociedad vasca así lo decide, proceder a la correspondiente transformación del autogobierno. Los partidos políticos y las instituciones no deberían modificar sus principios, aunque deban deliberar en torno a las decisiones que mejor puedan facilitar este final.

2. Hay que hablar más y más alto de la necesaria y definitiva desaparición de la violencia de ETA. Reiteramos demasiadas veces el vocablo "proceso". Lo que procede exigir es el cierre definitivo de la "tutela", de la imposición militarista de ETA. La izquierda abertzale marca sus ritmos, y ha dado pasos que para muchos eran inimaginables hace tan solo unos meses. No es justo despreciar ni minusvalorar esos avances, pero los integrantes de la denominada izquierda abertzale han de entender que la mayoría de la sociedad vasca les exijamos más. Gracias a un gran dominio de la estrategia política y comunicacional han logrado situar en el centro del debate político vasco todos sus grandes temas reivindicativos, y obtener así importantes réditos de imagen y de proyección social y política. La pregunta que cabe realizarles directamente es ésta: si, como dicen, la lucha armada ya no es necesaria, ¿qué sentido tiene prolongar su silencio sobre la necesidad de la disolución de ETA? ¿Por qué, cuál es la razón oculta por la que no se puede pedir a ETA que se disuelva? Este paso allanaría el camino a sus reivindicaciones y posibilitaría además acuerdos políticos de mucho mayor calado.

3. El principal valor del acuerdo del Congreso, criticado por la izquierda abertzale, es haber aportado al PP una plataforma que le pueda permitir su tránsito desde una postura como partido en la oposición tan demagógica como populista hacia otra, ya como partido en el Gobierno, marcado por un espacio de entendimiento en torno a Euskadi y el fin de ETA que abarca todo el arco parlamentario, excepto UPyD y Amaiur. Resulta llamativo que los dos extremos queden fuera del ámbito de este amplísimo consenso, más necesario que nunca. En el nuevo contexto, marcado por el fin definitivo de la violencia, queda mucho por hacer en el plano del reconocimiento de las víctimas, de la elaboración pública de la memoria y de la reconstrucción de la convivencia. De entrada, la sociedad vasca debe un especial reconocimiento a las víctimas, lo que constituye una condición necesaria para la convivencia futura en Euskadi. Las víctimas son una referencia fundamental en una sociedad justa no por la ideología que profesaron sino por la injusticia que sufrieron y que merece ser reconocida y reparada en lo posible. La sociedad vasca ha avanzado en tal reconocimiento y tendrá que seguir haciéndolo para conseguir una memoria pública universal basada en la justicia y la verdad, hasta que podamos decir que hemos construido el ámbito vasco de reconocimiento y compasión.

4. La memoria no puede ser neutra porque la reconciliación no es un pacto entre agresores y agredidos para encontrarse en una especie de punto medio entre violencia y democracia. La reconciliación supone reposición de unas relaciones de reconocimiento recíproco, pero esta obligación de reconocer a los adversarios, aunque se dirija a todos por igual, no plantea las mismas exigencias a quienes han ejercido la violencia y a quienes no lo han hecho. Aquí tampoco puede aceptarse la simetría. Todos tenemos la misma obligación pero no todos tenemos que hacer el mismo recorrido. De lo que se trata es de recuperar para la convivencia a quien no fue capaz de entender que la violencia carecía justificación, pero no de ofrecerles ahora una legitimación inmerecida.