Patronea el ínclito Jorge Javier Vázquez, premio Ondas a gloria y ventura del imperio Polanco en horas bajas de ajuste y transmutación amarillista, en fabulosa nave de Sálvame y Sálvame de Luxe donde enrola selecta y nutrida tropa de marineros/as y grumetes de la información del cuore, de la prensa de los famosos y sucedáneos de las portadas de Semana, Hola y demás congéneres de un periodismo que explica a las claras dónde están los niveles de la hispana sociología de la cultura y buen saber. Un extenso elenco de personajes para construir horas de televisión en un archiconocido espacio por el que se mueven con soltura, gracejo y deambular de mesa a butaca y de barra de fingido bar a ingenioso púlpito donde proclaman sus noticias exclusivas, sus encendidos alegatos o ataques furibundos a troche y moche, destrozándose entre ellos jugando a la ruleta rusa de la difamación o los dimes y diretes sobre unos y otros. Una juerga de bufones donde sobresale la astuta pericia de Kiko Matamoros, el sentido televisivo de Kiko Hernández, la ingenuidad sexy de Lidia Lozano, la mala leche de Mila Santana, la sosería meridional de Raquel Bollo, la momiez abracadabrante de Karmele Marchante, la delicadeza y pluma de Luis Rollán, la amantísima esposa de Amador y otros congéneres de esta banda del Cucu que comanda el maestro de la confusión y la libertad de expresión, el Vázquez de Luxe que otorga parabienes y dulzuras a las fugitivas de A3 Chelo García Cortés y María Patiño, la de carótida asesina. Y entre todos estos monigotes sobresale Chiqui, la singular bufona salida de la imaginación de Jorge Javier, a quien debe de respetar más para no verse un día en los tribunales por jugar con fuego. Reírse de uno mismo no tiene límites, reírse de los demás, sí.