HACE poco más de un mes que el presidente del PSE, Jesús Eguiguren, presentó el libro ETA. Las claves de la paz-Confesiones del negociador, en el que con la elaboración periodística de Luis Rodríguez Aizpeolea desvela las interioridades de su intervención en el proceso de negociación entre el Gobierno español y ETA que el autor fecha entre 2000 y 2006. Un año antes, en 2010, el periodista Imanol Murua había publicado Loiolako hegiak-El Triángulo de Loiola sobre el mismo tema, con la diferencia de que en el primero el autor es a la vez protagonista y en el segundo el autor limita su papel a aportar documentos y testimonios de quienes tuvieron acceso directo al proceso.
Sería inútil debatir sobre la mayor o menor exactitud de cada una de estas dos obras, ni ello va a ser objeto de estas reflexiones. Únicamente cabe destacar que cuando uno es protagonista de la historia que está contando maneja elementos vividos y datos de primera mano; pero también corre el riesgo de relatar la historia de manera que su prestigio no se vea dañado y así salga airoso de su papel en ella. Y cuando el protagonista es, a su vez, político notorio y destacado miembro de un partido, sería excepcional que no barriera para casa.
Obviando, pues, cualquier alusión a la autenticidad de lo que Eguiguren relata en su libro, es importante conocer que Las claves de la paz ha sido un libro parido con grandes dificultades y más de un disgusto. Preparado para editarse casi un año antes, no contó con el visto bueno de las máximas autoridades del PSOE y sus autores tuvieron que tragarse el veto del entonces ministro Rubalcaba a quien algunas de las revelaciones y, sobre todo, algunas de las reflexiones del socialista vasco hechas públicas negro sobre blanco, le pusieron los pelos de punta. Y mandó a parar, y los autores pararon, y la imprenta paró. Publicado al fin, el lector comprueba que las precauciones electoralistas, el cálculo mezquino de la fugacidad del voto, el pánico al ataque de la oposición y el terror a la embestida de la caverna mediática fueron un grave obstáculo para el proceso iniciado en el caserío Txillarre y finiquitado por ETA -el peor obstáculo- con la voladura de la T-4.
Es importante tomar nota de la permanente recriminación que hace Eguiguren al Gobierno español, al PSOE, al PP como primer partido de la oposición, a la jauría mediática y a algunos manipuladores de las víctimas, no solamente como entorpecedores de aquel proceso, sino -lo que es más grave- como presuntos boicoteadores del la oportunidad de futuro abierta tras el cese definitivo de la actividad violenta de ETA.
Por más que Eguiguren intente disimular responsabilidades, en su libro no puede evitar duros reproches contra el apocamiento de sus superiores políticos a la hora de lograr un consenso y a la falta de liderazgo de Patxi López para gestionar el proceso de paz. Su epílogo presenta las claves que, según su criterio, deberían seguirse para la consecución de un escenario de paz definitiva. Unas claves que es de suponer habrán sonado a herejía en su partido, ya que en ellas habla de lograr un acuerdo "en las reglas del juego, de aceptación del sistema, aunque el objetivo sea cambiarlo". Discrepa Eguiguren con quienes "abogan que se siga aplicando el Estado de Derecho y no hay más que hablar", defiende que se hable ahora de políticas penitenciarias, de reinserción social y de "cuestiones que todos tenemos en mente y pueden inclinar la balanza a favor de la paz".
Plantea asimismo que si los planteamientos políticos son defendidos desde las instituciones "si se consiguen mayorías, bien y si no, pues también". Y alude a que desde esas mayorías puedan llevarse adelante los acuerdos de Loiola. Conviene recordar que entre esos acuerdos pactados por Batasuna, PSE y PNV constaba: "Nos comprometemos a aceptar que el resultado del proceso de diálogo multilateral será legitimado y validado por el conjunto de la ciudadanía vasca. Asimismo, nos comprometemos a que la ciudadanía disponga de los mecanismos necesarios para determinar libre y democráticamente su futuro político e institucional". ¿No suena esto a algo así como al derecho a decidir?
No le duelen prendas al presidente del PSE a la hora de los reproches contra la inactividad y la pusilanimidad del aparato de su partido en el proceso que protagonizó, pero compagina esa actitud crítica de tanta envergadura con una férrea disciplina. Y si en su libro se trasluce una gran desconfianza sobre la capacidad del lehendakari López para liderar el proceso tras la retirada de ETA, hay que recordar que fue él, Eguiguren, quien le encumbró a tan alto cargo porque lo único que en ese momento importaba era desalojar a los nacionalistas de Ajuria Enea y después, ya se vería. Pues eso, ya se está viendo.