LA red más importante de piratas del ciberespecio ha caído esta semana para aplauso de la industria y recelo de los millones de usuarios que se habían colocado el parche en el ojo y le habían dado con el dedo de palo al botón de su ordenador para descargar y saquear películas y canciones a destajo. Megaupload ya no existe y todos los que creían tener un tesoro escondido en las nubes de Internet se han encontrado que ya no tienen nada. Así de dura es la era tecnológica. Uno se cree que puede guardar todo en su ordenador pero una avería le puede dejar sin su identidad. Muchos confiaron su archivo fotográfico familiar al disco duro y una contingencia les ha birlado toda la historia gráfica de la familia. La memoria es pura nada.
Ahora llega el momento de empezar de nuevo como si Megaupload nunca hubiera existido. Ha quedado demostrado que estos almacenes virtuales no tienen seguridad ninguna, algo que seguramente creará diferentes formas de negocio. Esto, claro, suponiendo que toda la actuación del FBI no vaya encaminada a defender otros intereses poco confesables. ¿A quién le importa la propiedad de las puertas del espacio donde se guardan los baúles del comercio de la industria del ocio? Desde luego, no a los usuarios. Solo están interesados en ellas quienes se ven con posibilidades de explotarlas poniéndoles nuevas cerrajas y candados. Mal día para los que tuvieran ya todo un archivo de descargas vinculado a Megaupload. No queda claro si el final de estos corsarios dará paso a un mundo más legal donde fluyan los galeones reales o será el principio de una rebelión planetaria. De momento millones de personas se han quedado con la duda de si su vinculación con la red los situaba al otro lado de la ley o esta misma es la que les ha robado sus intangibles mercancías audiovisuales. Tranquilos. El dedo de palo no deja huellas dactilares.