El "pase foral": se acata pero no se cumple
la naturaleza paccionada de nuestros Derechos Históricos, nuestra capacidad competencial para modernizar nuestro sistema de autogobierno, nuestra iniciativa para poder conservar, modificar y desarrollar nuestras instituciones propias no pueden quedar jibarizados o minorizados mediante un pacto entre los dos grandes partidos políticos españoles.
La reciente reforma constitucional muestra de forma evidente el desapego y la falta de sensibilidad hacia el hecho diferencial vasco y navarro por parte del legislador español, y como reacción civilizada y legal solo admite una senda política que tiene claro fundamento legal y precedentes históricos con siglos de vigencia (estuvo en vigor hasta su derogación unilateral en 1841): se trata del pase foral, plasmado en el popular dicho de que las normas contrarias al Fuero (es decir, lo que hoy supondría y supone nuestro sistema normativo y competencial) "se acatan (u obedecen) pero no se cumplen".
En virtud de este mecanismo de autodefensa del autogobierno vasco nuestras instituciones podían históricamente, y de facto, hibernar el cumplimiento de las normas dictadas desde la Corona de Castilla, aplazar su aplicación efectiva hasta que se negociase una interpretación de las mismas que no desvirtuase el alcance de las normas y costumbres de nuestros territorios históricos. La actualización de este derecho permitiría evitar la prepotencia política que con demasiada frecuencia menoscaba nuestro autogobierno bajo el señuelo de la mayoría parlamentaria en las Cortes de Madrid y bajo el manido argumento del "interés general".
No hablo de desacato ni de medidas antisistema, porque el pase foral está y pertenece a la esencia de pacto foral, y ancla o fundamenta su reconocimiento en la confianza y en la lealtad recíproca entre instituciones, en lo que hoy debería ser la concepción de bilateralidad en las relaciones entre Euskadi y España.
Si quiere darse un verdadero sentido a la disposición del texto constitucional que consagra el derecho a la actualización de nuestros derechos históricos, si queremos superar la denostada visión de los mismos como mero privilegio, si queremos superar la anquilosada imagen de los Derechos Históricos como un mero fósil o reliquia histórica para pasar a convertirlos en herramienta útil para el futuro de nuestra nación vasca debemos exigir el respeto a lo acordado en el texto constitucional. Y que se interprete de forma auténtica, conforme al sentido que estuvo detrás de su redacción como norma.
En Bizkaia, y en otro ejemplo de democracia (representativa y directa) el Pacto de la Concordia posibilitó incluso que poblaciones a las que no alcanzaba la vigencia del Derecho foral (y cuyos habitantes carecían de la vecindad aforada o infanzona) pudieran, previo acuerdo de lo que hoy sería la corporación local y posterior referéndum popular, convertirse en territorio aforado, transformando así mediante el recurso a un ahora denostado "derecho a decidir" su estatus poblacional, jurídico y en última instancia político.
Confundir el deseo de profundización del autogobierno vasco con una supuesta deslealtad constitucional supone desconocer el sentido de pacto, de acuerdo, de consenso, y expresa una visión unilateral y sesgada del origen de nuestra relación con el Estado español. La nación española no es la única que subyace tras la organización política estatal.
La propia Constitución alude a otras "nacionalidades y regiones", sin nominalizarlas, pero con un claro sentido legitimador de un sistema de autogobierno vasco capaz de lograr un desarrollo orgánico y de actualizarse conforme a las necesidades derivadas de la sociedad que demanda instrumentos eficaces para responder tanto a deseos identitarios mayoritarios como a la ansiada superación de esta dura y prolongada crisis financiera y de modelo productivo.
El fácil reduccionismo político conduciría a identificar el pase foral con el desacato o la desobediencia civil. Y no supone ni una ni otra cosa, porque tiene acomodo histórico y legal, y porque la ratio última, la verdadera razón de tal invetebrada institución no es colocarse fuera del sistema, sino exigir del mismo su adecuación a los pactos existentes, actuando como mecanismo orientado a la negociación, al pacto, a la superación de imposiciones unilaterales.
La historia nos ofrece muchos ejemplos de sentido común, de superación de simplificaciones y de maniqueísmos que enquistan los problemas de convivencia en lugar de ayudar a superarlos. Aprendamos de nuestras viejas instituciones, y exijamos su actualización y desarrollo. Así sentaremos las bases de nuestro futuro como pueblo y como nación.