EN la segunda acepción de polígrafo, el diccionario determina que es un aparato que registra gráficamente la medición de varias constantes psicosomáticas, como pulso, ritmo cardiaco, etc, y que se utiliza para contrastar la veracidad de un testimonio. No explica el citado diccionario los fundamentos fisiológicos y psicológicos de esta llamada máquina de la verdad que ya tuvo su protagonismo en programas de la tele de hace casi dos décadas y que de nuevo ataca de la mano del infumable programa del corazón Enemigos íntimos. Está visto que hay programas que no tienen límites y ejemplos reconocibles son Sálvame y Enemigos íntimos, que han establecido una dinámica de retroalimentación de personajes, asuntos y situaciones que son auténtica factoría de ficción al servicio de la compañía. La incorporación de semejante artilugio, cuatro cables y una caja metálica, aderezado con la parafernalia de quien maneja el cacharrito, toca la botonería e interpreta lo que ha registrado el sismógrafo del alma, es un acierto en la suma de disparates televisivos que proporcionan unos y otros. La CIA administraba pentotal, el suero de la verdad, a sus enemigos con el objetivo de que cantaran informaciones vitales para la seguridad nacional. Los muchachos de Mediaset han sacado del almacén de cachivaches el polígrafo que ya manejara con desigual fortuna el desaparecido periodista Julián Lago. Este remake de la maquinita que descubre las mentiras de Aida Nízar o los ángulos oscuros de Antonio David sirve para añadir un elemento más al circo tertuliano televisual, necesitado no de verdades y mentiras, sino de novedades, artilugios y narraciones sin fin. El sacerdote del polígrafo decide lo que es verdad o mentira, sin explicación científica alguna, y nos tragamos sus decisiones como auténticas trolas necesarias en el espectáculo.
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