La aparición del mando a distancia para dirigir los destinos del consumo televisivo pareció un invento revolucionario para la configuración de la oferta. Diríase que con semejante artilugio, las cadenas serían más sensibles a aceptaciones o rechazos de la demanda. En la actualidad con el desarrollo de la tdt nos encontramos navegando con el mando en un proceloso mar de ofertas televisivas en el que casi siempre de poco sirve el susodicho aparatejo, salvo para aburrirse de presionarlo buscando el arca perdida del entretenimiento. En esas de zapear me encontraba hace unos días cuando apareció en pantalla un par de entrañables monjas, presentando en televisión un programa de cocina que me dejó abducido por contenido, presentación y escenario. Dicen que decía Teresa, la santa de Ávila que Dios también anda entre pucheros y el presente programa es palmaria muestra de ello y encima televisada, ya que las dos fraternas hermanas se dedican a hablar de su experiencia de Dios y Fe, al tiempo que cortan hermosa lechuga o aderezan con mimo piña colada que presentarán con exquisito capón cocinado con recetas conventuales. Bajo el título de Bendito paladar en el ameno programa de humilde realización, se mezclan la cocina con la teología en natural hermandad gracias al dominio de cámara de estas dos religiosas que con soltura y gracejo se enfrentan al reto diario cual santificado Karlos Argiñano, cierto que éste con discurso chistoso y mundano y aquellas con naturalidad conventual. Para que las cosas queden claras, en la humilde cocina donde trajinan alimentos y condimentos, lucen un hermoso crucifijo que hermana con hábitos y conversaciones de las dos conductoras del espacio, juventud y veteranía al servicio de la causa. Gracias al mando que me condujo hasta estas futuras estrellas de la televisión.