Cuando parecía que los nubarrones grises de abolición iban a cubrir la temporada taurina ya iniciada, viene la Asamblea Nacional francesa con su ministro de Cultura al frente y deciden que la fiesta de los toros que se celebran en cuatro departamentos galos, es un bien a incluir en la lista de bienes culturales franceses a defender y proteger. Y mientras esto ocurre en aquellas tierras, por cierto Brigitte Bardot ha calificado de gilipollez la decisión de los próceres de su país de amparar una fiesta en la que se altera la plácida existencia de los bóvidos, por estos lares se anuncian medidas contrarias a la fiesta. Resulta cuando menos sorprendente la situación francesa si se compara con la española: en Catalunya no tendrá toros la próxima temporada y TVE ha incluido en un catalogo de retransmisores nefandas, las de toros. No se entienden las prisas de las huestes del anciano Oliart por cercar la fiesta en un ejercicio farisaico de magnitudes desproporcionadas, que por cierto beneficia a la televisión privada, que se queda con el monopolio taurino en el sistema de canal de pago. Parecería que aquellos y estos van con los papeles cambiados a tener de la procedencia, origen y desarrollo de los toros, que por cierto, en Francia, los introdujo Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III, hace cien años. Las ferias francesas siempre han contado con organizadores serios, comprometidos con la defensa del toro y alejados de prácticas manipuladoras de la integridad del animal. En coherencia con todo ello, se entiende la decisión adoptada. En la aldea global, el apoyo televisivo, sea del grado que sea, es necesario para la popularización, mantenimiento y difusión del evento cultural, deportivo o lúdico. La negativa del Ente Público tiene poco que ver con la defensa francesa de la fiesta y su pervivencia. En el caso televisivo, una hipócrita gilipollez.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
