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Tan ancho

Hace días un diputado de UPN afirmó en el Parlamento que Nafarroa Bai pretende expulsar a los castellano parlantes de Navarra. Eso significa que el segundo partido de la Comunidad anhela el destierro de casi toda la población, inclusive sus propios votantes, caso único de suicidio en la historia de las ideologías. Izquierda Unida también apoya cambiar la Ley del Vascuence, así que imaginen un paisaje de Mad Max. Solo se salvarán del exilio algunos recién nacidos del norte y otros recién venidos del sur. No negaremos el drama de los desplazados de Bosnia y Camboya. Pero en proporción ninguna salvajada igualará nuestro vacío lunático si Uxue Karadzic y Pol Pot Erro se salen con la suya. La ONU, como siempre, llega tarde.

Lo que no es único es ese estilo belicoso, ese tremendismo con corbata. Lo que sobra es ese modo irresponsable de cabrear a la gente o tratarla de imbécil, ese populista deseo de meter miedo y sustituir el debate sensato por la fúnebre amenaza o el augurio luctuoso. Toma ristra de adjetivos. La clase política se ha acostumbrado a esas llamadas de alarma que en realidad son llamaradas de odio. Ignoro si es un hábito adquirido o parte del negocio. El hecho es que nadie responde abogando por el sentido común, la cordura y los buenos modales. Así ocurre que, por un lado, se exige a los ciudadanos que sean pacíficos y tolerantes; y, por otro, esos mismos que aconsejan calma y respeto envían mensajes de ira y nos empujan al ring.

Para tales pirómanos no hay tregua oval ni oral. Igual son solo actores. Pues, tras expandir vaticinios espantosos y enfrentar al pueblo llano, bastantes tigres y leones se bajan del escaño, se fuman un puro juntos y como mucho se miran sonriendo: macho, esta vez te has pasao. Por si lo han olvidado se lo recuerdo: un Gobierno acusa a la oposición de querer echar al paisanaje de su casa. Si lo piensa de verdad, preocupa su falta de neuronas. Si no es así, asusta su falta de principios.