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Mel

ayer me di cuenta, por fin, de quién me hubiera gustado ser en esta vida. No crean que le he dedicado mucho tiempo a esta cuestión, sólo a partir del 79. Me hubiera gustado ser Mel Collins tocando el saxofón en el Local Hero que sale en el Alchemy. Sólo esos tres minutos, apenas eso. Luego me hubiese tirado yo mismo a la tumba y que me cubrieran. Sin problema. Creo que al final tres minutos como esos dan sentido a toda una vida, no tengo ninguna duda. Supongo que todos tenemos tres minutos que justifican nuestra existencia, a mi aún me faltan dos. El primero es un minuto que me pegué en un programa de la ETB de preguntas sobre deportes. Me hicieron 15 preguntas y acerté 14, a pregunta por cada cuatro segundos. Ni tan mal, mis amigos aún me piden que lleve el vídeo para echarse unas risas mientras se ponen ciegos a Heineken. Hoy hace 17 años de eso. Me regalaron una pantaloneta. La usa mi rival. Es de buena calidad. Mi rival también. No sé qué tres minutos escogerían ustedes. No vale eso de cuando nació mi niño y la boda y el día que marcó el gol Zamora o cuando me calcé a aquel australiano en los baños del Molly Malone y se llamaba Scott y aún me manda postales desde Adelaida. No. Tiene que ser una cosa absolutamente individual. No piensen mal, me refiero a que no intervengan otras personas. En eso que estaban pensando intervienen otras personas, aunque sea subconscientemente. Algo para llevarse a la tumba, como se llevará Mel Collins su saxofón y esos tres minutos que separan el cielo de la tierra. Local Hero, pedazo de canción, el Alchemy, pedazo de disco, pedazo de músico Mark Knopfler, lo mejor de los 80, de lejos. Así que gracias Vassily por regalarme ese Alchemy que hace 20 años que no veía, cuando aún creía que quizá, algún día, podría ser Mel Collins. Tengan un buen verano.