El Gremio de libreros de Gipuzkoa, creó hacia 1976 el premio Euskadi de Plata. Los libreros son el único gremio que celebra su día (en recuerdo del sepelio de Miguel de Cervantes) trabajando. Su quehacer es vender libros. En principio, el premio fue creado para otorgarlo al autor/a cuyo libro se hubiese vendido el mayor número de ejemplares durante el Día del libro en San Sebastián.Noah Gordon lo consiguió con El Médico, perfecto best-seller para el Día del Libro, y este premio fue antes que otro tipo de galardones, que más tarde le fueron otorgando. Incluso, por lo que recuerdo lo logró en 1995, con La Doctora Cole, por segunda vez. Lo curioso es que este autor consiguió un importante éxito en España, mucho antes de que se produjese la película sobre El Médico. En cierta ocasión hablé con un conocido escritor norteamericano y me comentó que desconocía su obra. Pero recordemos que Carlos Ruiz Zafón triunfaba en Alemania cuando en España casi nadie le había leído, salvo en publicaciones juveniles.Noah era un hombre muy tranquilo, de conversación y modales lentos. En su estancia en San Sebastián, no comentamos prácticamente nada de su libro. Me indicó que tenía en proyecto un trabajo que se desarrollaría entre los vinos, viñedos y bodegas catalanas. Suavemente le comenté que sus trabajos sobre los primeros pasos de la medicina y los judíos (en nuestras conversaciones no quiso entrar en ese tema) le habían encasillado favorablemente, y que tal vez esa nueva temática sería complicada de vender. Pero por lo que le comprendí, su hijo Michael andaba por Cataluña en algún tema de viticultura. Lo publicó bajo el título de La bodega.Años más tarde me llamó el delegado de la editorial Roca en Bilbao (editor de Gordon) para pedirme que le acompañase, que venían, vía Hondarribia, Noah Gordon con su esposa, y que, según le habían dicho, el trato con ellos era un poco complicado. Conmigo no era así. Es cierto que era muy lento y de numerosos silencios. Nada más llegar al aeropuerto, su mujer se ocupó de todo lo que hacía referencia a Noah. Me planteó una serie de normas: tipo de comidas, lugar que quería ocupar en el vehículo y velocidad a la que teníamos que conducir. Le dije a todo que sí. Cuando íbamos a 130 me llamó la atención y le contesté que eran kilómetros, no millas; se quedó tan tranquilo.Ha fallecido con 95 años y, como he dicho, era un hombre muy tranquilo. La lectura de sus best-sellers nos han hecho pasar un rato agradable.