Estimado señor COVID-19. Quiero dejar claro, ante todo, que lo de "estimado" no pasa de ser una mera formalidad de cortesía, porque nuestra estimación acerca de usted dista galaxias de ser afectiva. Comprobado su poder de su "captación", generalmente obligada y no deseada, de contagiados por su infame y nefasta influencia, he de reconocer, admirado y aterrorizado al mismo tiempo, que bulle en mi cabeza una duda, más bien un deseo, que me aventuro a airear. Ayer, en plaza de Colón de Madrid, un nutrido grupo de ¿personas? se manifestaron en contra de las medidas de protección contra su nefasta y mortal invasión, que han demostrado ser eficaces hasta que las hemos dejado de cumplir. Dado el entusiasmo de estos seres mononeuronales, me atrevo a sugerirle que sea benigno con estos sus seguidores y se digne a instalarse en sus organismos de antropopitecos, satisfaciendo usted su hambre de vidas y así favorecer al resto de la Humanidad al llevarse con usted a esta piara de subdesarrollados cerebrales, con mis más sinceras disculpas al género porcino por la comparación. La irresponsabilidad demostrada en plaza de Colón (así como la de otros tantos pseudo humanoides amigos de botellones, reuniones, fiestas, barbacoas, etc...) es tan sólo equiparable a la de quien está bailando la "conga" y se agarra a un cable pelado de alta tensión: no sólo pone en peligro su vida, sino que arriesga la de todos los componentes de la fila. Así que le suplico sea generoso con sus adeptos y los premie con su "amorosa" invasión y contagio. Es gracia que espero alcanzar su magnanimidad. Sin más, me despido, a la espera de ver cómo abandona nuestra vidas y se lleva con usted la antes citada subespecie. Es gracia que espero alcanzar su magnanimidad. Atentamente quedo a su disposición, reciba mi más respetuoso saludo.