La compra de mascarillas, así cómo los test del coronavirus o geles hidroalcohólicos, se convirtieron en una odisea de especulación y contrabando en el mercado internacional. Todos los gobiernos multiplicaron sus contactos con empresas chinas para traer cuanto más y cuanto antes mejor los productos que demandaban nuestros sanitarios que trabajaban en unas condiciones lamentables. Por esas prisas aparecieron mascarillas ilegales, sin certificaciones de ningún tipo a un coste muy superior a los proveedores habituales. Por fortuna, en Euskadi, tenemos empresas que se han readaptado rápidamente y están fabricando mascarillas para que tengamos asegurado el abastecimiento. A partir de ahora bien harán nuestros gobernantes en tener en cuenta esta experiencia para no caer en manos de especuladores que no tienen escrúpulos para beneficiarse a costa de la pandemia.