Los diferentes modelos de intento de dominación geopolítica del mundo chocan entre sí e incluso la guerra emerge (y lo que es peor, comienza a naturalizarse) como acto político. El recurso a la barbarie frente a la civilización muestra una involución en el edificio global de la convivencia que exhibe su debilidad y su desgobierno. El multilateralismo vive momentos de zozobra, de desgobierno, de debilidad institucional.

¿Cómo debemos actuar desde Euskadi, estando, como estamos, adscritos a un estado miembro de la Unión Europea (UE) y siendo por tanto miembros activos de una comunidad política transnacional?; ¿es posible gestar esa “autonomía estratégica” europea, a la que todos los dirigentes políticos se refieren pero sin indicar qué pasos debemos dar para poder llegar a lograr tal objetivo?

Basta analizar algunos ejemplos para comprobar lo difícil que resulta combinar el dinamismo y la coherencia que deben caracterizar a las políticas públicas en los tiempos que corren como medio o vía a través de la cual alcanzar ese objetivo con la compleja e ineficiente gobernanza interna de la UE.

La conclusión que cabe anticipar es que si no logramos eliminar la regla de unanimidad vigente en el seno de Europa (es decir, que, por ejemplo, para las grandes decisiones políticas en materias como la inmigración, la política exterior, la dimensión de defensa, la industrial o la energética, entre otras, no sea preciso el visto bueno de la totalidad de los veintisiete Estados de la UE), si no logramos sustituir ese derecho de veto individual de cada Estado por la regla de cooperaciones reforzadas, es decir, la regla de mayorías cualificadas que sustituya al principio vigente en Europa de “o todos o ninguno”, si no derogamos esta regla seguiremos perdiendo oportunidades de competitividad, de sostenibilidad y de futuro compartido.

¿Cómo hacer funcionar mejor el modelo europeo sin perder sus señas de identidad? Pensemos, como ejemplo, en cómo reacciona cada modelo geopolítico vigente en el mundo ante los retos que plantea la inteligencia artificial: en el ámbito del sudeste asiático (China es su máxima expresión), solo se conoce y se potencia su dimensión de dominación, de sometimiento: no hay derechos subjetivos, todos los datos personales y de otra índole convergen en un gran repositorio en manos del gobierno de la gran potencia china para su explotación en beneficio del sistema.

En EE.UU., el paradigma ultraliberal, la traducción que triunfa es la económica: la inteligencia artificial es una materia prima a explotar al límite y sin límite para potenciar el liderazgo industrial y comercial: ése es el principal objetivo y el que prima sobre el resto de cuestiones o de derechos en juego.

¿Y en Europa? Debatimos, discutimos, proponemos jerarquías entre los derechos en presencia, regulamos…. Y optamos, con acierto, sin duda, por proteger nuestros derechos como personas. Lo hacemos, sí, pero luego cada Estado europeo, y de manera descoordinada, hace su propia guerra regulatoria.

El resultado es que el modelo europeo protege pero nos resta competitividad. ¿Es posible repensar el modelo y hacer compatible esa labor tuitiva, de defensa de derechos, con la necesidad de no perder este tren del que tanto depende nuestro futuro?

Algo parecido sucede con el dilema energético europeo o con la ausencia de una verdadera política industrial europea. ¿Cómo atender a estos retos desde Euskadi? Trabajando de manera efectiva para lograr gestar una gobernanza multinivel efectiva en la UE: cómo arbitrar el adecuado encaje de las regiones y, particularmente, de aquellas con competencias legislativas y nacionalidades constitucionales, y en segundo lugar, siendo desde Euskadi promotores de una región atlántica europea próspera y comprometida con el Desarrollo Humano Sostenible.

El nuevo tiempo político requiere promover la reflexión sobre los distintos factores (sociales, económicos, políticos, culturales) que tienen incidencia en el ámbito ciudadano, económico y empresarial y tratar de fomentar una concienciación de país en torno a los proyectos económicos, tecnológicos e industriales que puedan tener una aportación positiva en el desarrollo y bienestar de la sociedad. Es el momento para (más necesarios que nunca) consensos renovados.