Hace algunos años, en un coloquio organizado por el instituto Juan Belmonte de Madrid, Eneko Andueza se vino tan arriba defendiendo la tauromaquia, que hasta a muchos de los presentes les pareció excesivo lo que decía. No digamos nada de infinidad de socialistas vascos que conocieron en las redes sociales su singular disertación. Veamos: según el eibartarra, se trata del espectáculo más democrático que hay en la historia de la civilización (sic), en pocos sitios se siente uno más libre como en una plaza de toros (sic) y mucha gente de izquierdas entendería mucho mejor la vida si de alguna manera abrazara los valores de la tauromaquia (sic). Y así algunas perlas más que sonrojan hasta al más taurófilo de los taurófilos.
En el fondo nos encontramos ante una persona a la que le puede la pasión, aunque hay también quien opina que a veces se le va la olla. Sea cual sea la versión más certera, lo cierto es que cuesta cada vez más discernir entre el secretario general de un importante partido que gobierna en casi todo el entramado institucional de la CAV de un hooligan que arremete desde la oposición contra el gobierno. Su última ocurrencia ha sido afirmar que la coalición de gobierno con el PNV está en riesgo. En términos taurinos, se ha erigido Andueza en el timbalero que anuncia un cambio de tercio. O amenaza con él. Una vez más, sus ruborizados correligionarios en las instituciones corren a aclarar a socios y periodistas que lasai, que son cosas de Eneko, enekokeriak.
Parece querer emular al toro de exigente encaste que, tras un desafiante bramido, se arranca hacia el jelkide para hacerse suerte con él. Resulta, sin embargo, que termina siempre por ser un toro mazapán, conocido también en el argot como hermana de la caridad. Ciertamente, que el socio minoritario de un(os) gobierno(s) trate de hacerse notar resulta tan comprensible como necesario. Pero hacerlo con estridencias como las de este dirigente significa, extraño en él, confundir el bravío con la bravuconada.