Como se sabe, en Yankilandia tiran de acrónimos como si no hubiera un mañana. Es tan grande allá la propensión a juntar siglas que se puedan pronunciar como una palabra, que mucha gente que domina el inglés se pierde a veces leyendo la prensa estadounidense, porque el ritmo de generación de nuevos términos les parece inabarcable. Concretando en la política, resulta ya conocido cómo se le abrevia al presidente de aquella nación (POTUS), a su esposa (FLOTUS) o la Corte Suprema (SCOTUS). Más recientemente, el movimiento del presidente Trump también fue bautizado como el archiconocido MAGA y el insulto que lanzan los suyos a los republicanos disidentes como RINO. Elon Musk también ha tenido su momento de gloria y a su fallido departamento gubernamental (o algo así) se le ha llamado DOGE. Ciertamente, la tendencia está haciendo camino desde hace tiempo en estos lares y a los ya conocidos OVNI y TIC, por ejemplo, se les van sumando poco a poco más. También en euskera, que se lo pregunten a los tíos que deben entender a los sobrinos cuando les dicen que van a presentar su GrAl o su MAL en la universidad. Afortunadamente, la moda no ha llegado aquí a la política.

Volviendo a los EEUU, está causando furor un nuevo –y brillante– invento, bautizado como TACO. Se refieren quienes usan tal término a la tendencia de su presidente a anunciar campanudamente aranceles estratosféricos y otras medidas económicas de las que siempre se achanta. En traducción libre, es precisamente eso lo que significa el acrónimo: Trump siempre se echa para atrás. Parece demostrarse una vez más que a los autócratas les da igual que les critiquen juiciosamente; incluso les pone cachondos que les insulten. Lo que no terminan de digerir es que se pitorreen de ellos. Es lo que está pasando allá. En efecto, la ciudadanía resistente ha encontrado una fórmula eficaz para desgastar al presidente. Seguro que no ha salido de un costoso Think Tank. Y es que, a veces, las cosas resultan mucho más sencillas.